Eso fue lo primero que supimos de la que sería nuestra otra familia. De repente, aquel personaje cotidiano, bañado en la humildad de su discurso en el momento de las presentaciones, pasaba a formar parte del mito. Era un nuevo referente sacado del anonimato y anunciaba la buena nueva de la normalización vivida en sus propias carnes. Sin saberlo, ella había conquistado la torre más alta de nuestro castillo.
Meses más tarde conocimos a su hijo. Anna dice que el destino nos tenía guardado ese encuentro. Sonrisa amplia, anchas espaldas, mirada pícara de un travieso niño grande que combate la injusticia con humor. Probablemente él estaba llamado a sentirse hermano nuestro desde el principio y nosotros a trasvasarle toda la experiencia atesorada durante estos años. Quizás un loco guionista de novelas surrealistas se había dedicado, en un tiempo impensable, a describir personajes y hacer el reparto de diálogos para que todo encajara correctamente. Aquella noche barcelonesa, preludio de una hermosa primavera, siempre la recordaremos como la noche en que conocimos a Andreu, el hijo valiente que salió del armario ante toda España cogido de la mano de su madre.
A la composición aún le faltaban pinceladas muy diestras para que acabase en obra de arte.
La (negada mil veces por mis labios) casualidad hizo que volviésemos a encontrarnos con Anna meses después. Orgullosos todos de vivir una condición sexual diferente desde la total normalidad, juntos en la misma causa reivindicativa, la manifestación del Orguyo Gay en Valencia posibilitó el volver a vernos. La iniciativa de invitarnos a su casa para las fiestas del pueblo hizo que saltara la chispa y se propiciara la amistad. Así fue como Anna convirtió, el pasado fin de semana, su localidad en una escuela de tolerancia y convivencia en la diversidad. Una preciosa adolescente, su hija, paseó blindada por muchos amigos de la causa una banda de honor en la que rezaba: "Associació de mares i pares de gais i lesbianes". Tal fue la habilidad de nuestra madre putativa que, más de una veintena de personas, nos vimos de repente en la presentación de una ofrenda en una iglesia y anunciados convenientemente por megafonía del mismo modo en que figuraba en la banda de nuestra musa adolescente. Anna y los suyos acababan de meter el mejor gol de la temporada y fuera de su campo.
Vicent es un atractivo hombre que ama la vida y eso se nota en cada uno de los surcos de su cara. Armonioso cuerpo de hombre entregado a la mar, bronceado cobre perenne y jovial alma plena de tesoros como los ocultos en los fondos marinos. Conocer a Vicent es toda una experiencia. Pudimos conversar con él de deporte, de baile, del sacrificio del trabajo y muchas cosas más desde la veteranía de su edad y el chisporreteo constante de sus ojos.
Ésta es nuestra nueva familia. No presenta deficiencias en valentía ni generosidad. Hospitalarios y excelentes anfitriones, mejores pedagogos fueron explicando a todo el pueblo, a través de su ejemplo, que es posible la unión de esos dos mundos, el heterosexual y el homosexual. O mejor aún, nuestra nueva familia nos recordó que jamás esos dos mundos debieron haberse separado. Como ellos mostraron ante el pueblo su unión en claro aval de sus ideas, así lo supieron entender los convecinos y así fuimos recibidos desde el máximo respeto y admiración.
Anna sigue preguntándose, como hacía en aquel documental de hace años, por qué no pueden convivir el mundo heterosexual y el homosexual unidos. Por qué tiene que haber gente que discrimine a Andreu o le impida ir cogido de la mano de su novio por la calle. Anna sigue haciéndose muchas preguntas. Pasará tiempo hasta que resuelva algunas. Otras no tienen explicación posible. En estos años desde que ella comenzó a cavilar ha visto que algunas no deben plantearse y que es mejor ignorarlas.
Y así pasará la vida plena de preguntas y respuestas, compartiendo entre todos nuestros miedos y esperanzas sabiendo que, una abuela moderna y experta en su tiempo, acunará a nuestro hijo mientras salimos de cena y echamos unas risas para frivolizar nuestros posibles dramas.
Siempre estaremos a vuestro lado para recordar, allí donde se produzca una mirada de desconfianza o miedo, que estos dos mundos nunca deben separarse.
Ahora, vuestra familia y la nuestra tampoco lo harán.
Dedicado a una madre-coraje y a toda su prole de héroes.
Dedicado a la gente de AMPGIL, ese ejército de la paz que, como Anna y los suyos, también nos ofrecieron su corazón estos días. Nos sentimos apadrinados y amadrinados por todos vosotros.
Gracias por ser la parte más hermosa de nuestros padres. Quizás la que nunca vimos en ellos.