lunes, 22 de diciembre de 2008

Dieta mediterranea en la Gran Manzana

Estas letras las escribo desde un apartamento situado en el centro del mundo. La navidad ha llegado un ano mas aqui. Se me hace extrano compartir atardecer y cena con amigos y el propio menu de la cena. Huevo revuelto a la sarten con acompanamiento de verduras. Sofrito de cebolla (previamente cortada por mi con cuchillo americano del teletienda) y guisantes de bote. Toda una sorpresa a tan solo unos metros del Flatiron.
La noche seguira con su pimienta y nosotros pondremos la sal. Del resto ya se ocupa Nueva York. Hasta pronto desde la Gran Manzana. Cena mediterranea no apta para teclados americanos.
Hasta pronto J. Felices fiestas.

viernes, 19 de diciembre de 2008

Ángela levanta el vuelo

Ha muerto mi abuela o esa otra madre que me vio crecer. Nos despedimos ayer y me dedicó una sonrisa pícara desde sus ojos siempre alerta. Muere una sabia y hermosa criatura de tan fino paño confeccionada su alma que mirarla dolía.
Él vuelve a cortejarla en medio de los trigales secos como aquel primer verano rebosando ingeniudad e inocencia. Retozan ya juntos sobre un manto de flores seleccionadas por ángeles. Acaba su cautiverio al salir el sol. Escucha un murmullo de júbilo en medio de su confusión. Celebran con cítaras su esperada llegada. Viene cansada de caminar por adoquines de piedra y llanto. Ahora se siente liviana, otra vez joven y presta a enamorar de nuevo a aquel que espera. Se gira y nos ve. Nunca estuvo lejos de comprenderlo todo.
Nos guarda en su esencia esparcida ahora por la eternidad del universo. Nos acaricia y limpia nuestro llanto. Entregó su vida a enjugar el rostro del dolor y hoy, la música y perfumes la aguardan en este su primer banquete.
Volverá a regar su puerta al canto del grillo, ataviada de negro delantal de cuadros y chaqueta oscura de lana. Volverá a pasar el paño por nuevas almas empolvadas. Tomará el fresco en la fachada de su casa, al caer de una ventana anónima y cronista de una vida santa. Dormiré la siesta con ella, oliendo a madre y pureza. Me reiré de su nariz y ella esperará siempre mi verano para compartir juntos nuevos aires frescos.
No ha muerto mi abuela. Sólo duerme en su cama conmigo la siesta.
Mañana amasaremos juntos otras levaduras y en otras casas.
-Abuela, ¿me quieres?
-Sí, mucho, y a él también, como si fuera mi hijo.
-Nunca te canses de decírmelo, que lo necesito.

miércoles, 17 de diciembre de 2008

Ir y venir por la mente

Desde que lo escuché por vez primera de labios de una de esas mujeres maduras que rebosan vida e inteligencia, me apropié del dicho popular: el sentido común es el menos común de todos los sentidos. El mal funcionamiento de esta brújula interna o medidor de la realidad circundante provoca consecuencias nefastas en la persona aquejada de tal mal: brotes de infelicidad, desorientación vital, desconfianza paranoica, angustia crónica, malos pensamientos reiterativos, agresividad con el de al lado y, el peor de todos los síntomas, miedo ante la vida.
No se conoce muy bien el momento ni las circunstancias precisas en las cuales se echa a perder este preciosísimo atributo de que nos dota la madre naturaleza. Un día, contaminado ya por el virus más extendido sobre la faz de la Tierra, el miedo y la inseguridad anida en el alma humana y todo se va al traste. El virus es tan letal que, personas de gran renombre y consideración antaño en sus campos de estudio y trabajo, quedan invalidados a merced del medio, como granos de paja llevados por el viento, convirtiéndose en imbéciles que no dan una. Donde había genialidad y frescura habita ahora la mediocridad y el miedo, siempre el miedo, aunque a menudo camuflado de otras formas dulcificadas en apariencia.
Dicen los entendidos que la razón perdida vuelve a su cauce razonando como el motor vuelve a hacer girar las ruedas al engrasarlo.
A dirario encuentro decenas de personas que hace tiempo perdieron su capacidad de pensar con sentido común. Desde el panadero de la esquina al médico de cabecera, pasando por el presentador de las noticias o el articulista del periódico: este mal no respeta clases sociales, culturas, razas ni sexos. Suele ser síntoma inequívoco del trastorno una mirada perdida y triste, una tez pálida que anuncia el miedo y una voz pobre y corta que reclama oxígeno entre palabras.
Yo mismo he perdido no pocas veces el sentido común. Muchas de ellas dejándome arrastrar por la seducción venenosa de otras palabras a la deriva. Cada día tengo infinitas oportunidades de perderme en la locura de mis propios versos maltrechos. Regresarán mañana apenas despierte y me reconocerán débil cuando esté consciente. Traerán con ellos la maldición de un nuevo infierno ya viejo. Luego vuelvo al cauce saludable cuando alguien desde fuera grita fuerte: ¡J, te pierdo!, ¡vuelve!, ¡te necesito! Cae entonces la máscara. Salta el brillo a las mejillas. La sangre se torna roja y pierde el azulado vampiresco de la muerte. El placer preña de nuevo a la vida y ambos yacen juntos al caer la noche. Vuelve a resonar en mis adentros la melodía alegre que recuerda que salimos del invierno y ya viene una nueva primavera. ¡Lástima de tantos hombres, muejeres y niños que no la verán! Están vivos mas sus ojos secos y empañados por la niebla les impiden ver la luz de ahí fuera.


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Y sólo quedan dos días para volver a Nueva York.

lunes, 15 de diciembre de 2008

La avaricia rompe el saco... de los torpes

La sociedad valenciana en su conjunto está hoy de celebración. Ha caído la torpeza de nuestra clase política. Se ha derrotado la soberbia de los que, con el respaldo de los votos del pueblo en las urnas, creen poder hacer lo que les venga en gana cuando acarician el poder. Pero la mata de pelo suave y algodonada de esa criatura llamada poder, por la que pasan la mano nuestros representantes de las instituciones, se torna a veces áspera y espinosa. Entonces, la mano acostumbrada de tiempo al terciopelo sufre la tortura de las nuevas y punzantes cerdas que son la voz alzada en forma de protesta. Siempre se repite la misma historia. Es como si el poder tuviera vida propia. Es como una criatura en adopción a la que según se alimente devuelve risas o llantos, placer o dolor extremo a sus criadores.
Por fin, la Generalitat de Francisco Camps, ha reculado en su locura de impartir Educación para la Ciudadanía en inglés. Desde el comienzo de curso se han venido gestando, cada vez con más fuerza, argumentos y posiciones contrarias a estas directrices del Gobierno valenciano. Hoy la risa se le ha borrado de la boca, en asunto tan delicado como este, al PP de Camps. Con la comunidad educativa plantando cara desde el principio (en forma de Plataforma por la Enseñanza Pública) a nuestros representantes amantísimos de poder y fama les ha salido carísima la jugada. Ellos mismos han reconocido, con algunas ayudas indispensables en el camino, la imposibilidad de extender el inglés a través de esta materia por la falta de profesores especialistas y el bajo nivel de comprensión de Secundaria. Con la huelga inminente de este miércoles en el sector, los encierros en institutos y protestas multitudinarias en la calle de las pasadas semanas, el tan ninguneado pueblo que colocó en silla de piel a los que ahora dirigen el cotarro, se ha salido con la suya. En la sala de máquinas del PP valenciano se tiran de los pelos. No era posible, aunque alguien les sedujo con la idea contraria, apalear a Zapatero una vez más con el pretexto de una asignatura que defiende TODOS los modelos de familia. El pueblo no lo compró y no consintió el capricho y la excentricidad de los guionistas de "Acabar con la Moncloa Roja" parte tres. Quizá será que el pueblo tiene memoria. Puede ser que los hombres y mujeres que han unido sus voces estos meses recuerden que la primera entrega de la trilogía de la factoría pepera versó sobre terrorismo, la segunda sobre el rompimiento de España y la tercera trató del llamamiento a la rebelión en respuesta al intento de otro gobierno de educarnos en valores. ¡Lástima que este estreno nunca lo veamos en cartelera! Ahora que el título se ha desterrado y los ideólogos del guión serán castigados a las mazmorras del olvido, veremos cómo se apuntan de nuevo a culpar al Ejecutivo de la crisis económica. Porque en esto también ha hecho mucho daño Zapatero. Tanto que, con fórmulas como las que él defiende, intenta sobreponerse el mundo de los zarpazos de la avaricia descontrolada de los neocons. Ya me lo decía mi abuela dándome una de sus clases magistrales de vida: la avaricia rompe el saco. Claro que, rectificar es de sabios. Nuestros alumnos no parece que estén iluminados por el atributo de la sabiduría pero ahora parecen estar más cerca de aprender a respetar a todo el mundo por igual.
Hasta mañana Gobierno sabio a la fuerza. Hasta mañana comodona oposición valenciana. Hasta mañana J.

martes, 9 de diciembre de 2008

A tan sólo trescientos euros de distancia

El país del yogur y de la democracia, ese mismo al que siempre miran los homosexuales idílicamente para explicar cómo sus antepasados consiguieron días de perfecta conviviencia y tolerancia entre toda condición sexual, se halla sumido en una de las mayores crisis de sus últimos años de historia.
Miles de manifestantes han tomado las calles armados con adoquines, bates y cócteles Molotov en muestra de su monumental enfado debido a diferentes causas. La crisis económica mundial ha sido la enésima puñalada que recibe a estas horas una sociedad rota y defraudada por la clase política. Pero el embrión de la desgracia comenzó a gestarse hace unos años, en el momento en que Grecia se sube al carro del euro. La vida se encarece tanto y los sueldos se petrifican del tal modo que la tensión social va en aumento. Desciende de manera notable el consumo y cae en picado la capacidad adquisitiva de las clases medias. Para entenderlo mejor, hoy se habla en Grecia de toda una generación ahogada sin posibilidad alguna fuera de la mera supervivencia: la generación de los setecientos euros. Muchos de esos vándalos que queman escaparates de tiendas, coches y contenedores estos días son muchachos jóvenes sin trabajo. El paro en Grecia llega a alcanzar unos niveles tan alarmantes como merecedores del primer puesto en el ranking europeo.
Luego tenemos lo de los políticos, esa especie aparte que parasita (en ocasiones) viviendo de la ciudadanía pero de espaldas a ella. Y eso es precisamente lo que ha pasado en Grecia. El descontento es tanto y tan profundo que ha bastado un sólo grito de guerra para que la manada se una sin dilación presta a tomar la calle y asumir el control ahora a la deriva. Las bases de la educación también pincharon hace años. Los jóvenes que se expresan vienen sin encontrar su sitio en las aulas desde hace ya un tiempo. Su lenguaje no puede ser otro que el del empujón y el grito, por cierto el mismo con el que han sido tratados ellos.
El Gobierno de derechas se defiende. No da muchas explicaciones y las que da no convencen de la ubicación exacta de los dineros inyectados para resucitar al muerto bancario. Las pensiones de los que tiraron del país a sus espaldas están en grave peligro y mañana Grecia amanece en Huelga General.
Regresemos a casa por un momento. La educación aquí es uno de los fracasos rotundos de nuestro período democrático. La clase media española resiste mal, muy mal los envites de la crisis mundial. Se suma el drama derivado del paletismo ladrillil recién explotado. Una juventud desilusionada y que abandona prematuramente su formación para llevarse a los bolsillos mil miserables euros al mes y una fauna política en busca de mejor calificativo. Mi madre, pesimista ella por naturaleza, dice que a esto le ve muy mala cara. España está en la ruina dice ella con su gramática parda. Mañana le contaré que hoy me he enterado de que estamos justo a trescientos euros de distancia de la ruina. ¡Qué miedo, sólo trescientos euros nos separan del caos! Mi madre meneará la cabeza y, en breve, se saldrá con la suya. Nuestro orden social ahora sabemos que tiene un valor de trescientos euros. Es el precio que se ha puesto a la nueva savia que había de regenerar Europa. Hasta aquí nuestra última clase de economía aplicada. Próximamente más.
Hasta mañana hermanos de la pobreza. Hasta mañana gobiernos en evidencia. Hasta mañana país en aparente calma. Hasta mañana J.

viernes, 5 de diciembre de 2008

Los renglones torcidos de Dios en el catecismo

Por más que leo y releo la noticia no logro comprenderla. No llego a entender las auténticas razones de la Iglesia para oponerse a la propuesta que Francia llevará en breve ante la ONU para la despenalización universal de la homosexualidad. Analicen conmigo, si gustan, los argumentos del arzobispo Celestino Migliore en calidad de representante de la Santa Sede ante las Naciones Unidas.
Primero. "Una declaración política de ese tipo crearía nuevas e implacables discriminaciones."
Imagino que lo que pretende el Vaticano al ir en esta dirección es que no se discrimine a los heterosexuales. Si los homosexuales no fuésemos ya objeto de todo tipo de injurias, discriminación y diana de mil dardos envenenados, entonces cabría la posibilidad de que los heterosexuales pasasen a ser el grupo demodé o puesto en tela de juicio. ¿Se creen este absurdo? El mundo y la sociedad nunca cambiarán el orden natural de las cosas en el cual los sujetos homosexuales cabemos como minoría seleccionada por la naturaleza en muchas y muy diversas especies. Dar un giro radical a los acontecimientos y a la historia no es una pretensión del colectivo homosexual y nunca lo ha sido. Sólo se pretende devolver la dignidad a un colectivo maltratado históricamente. A parte de disparatado, este argumento rebosa veneno para confundir al personal.
Segundo. "Pondría en la picota a los países que no consideran matrimonio las uniones homosexuales." Y eso ¿qué tiene de malo? Ya va siendo hora de que se aplique una igualdad absoluta en todos los aspectos. El matrimonio debe dejar de ser patrimonio exclusivo de los heterosexuales. Ninguna iglesia se puede adueñar de nombres ni etimologías. Hasta la fecha la manera más rotunda de definir una unión duradera y fiel entre dos personas es ésa. Los homosexuales, iguales en dignidad, exigimos igualdad en los nombres. En todo caso es discriminatorio lo contrario. Establecer categorías diferentes siempre acaba creando relaciones de subordinación y comparativas penosas. Lo repitió hasta la saciedad nuestro Gobierno, se trata de ampliar derechos no de limitarlos a nadie.
Tercero. "Si se aprobara, esos países serían presionados." Pero ¿qué importa a la Iglesia que miles de homosexuales en todo el mundo sean despellejados en las plazas públicas de pueblos y ciudades? Lo prioritario es que los Estados no sean "presionados" para que aprueben leyes y normas justas de convivencia. Esto se califica por sí mismo. Antología del disparate en estado puro.
Cuarto. "La declaración pedirá a los Estados y a los organismos internacionales de control de los derechos humanos que añadan nuevas categorías (de personas) protegidas..."
No. Permítanme aclarar este apartado. Lo que se solicita no es la creación de nuevas categorías de personas. Se exige que se respete la orientación sexual de TODAS las personas. No hace falta crear una nueva categoría, como sucede con el conflicto del término matrimonio. Tampoco en este apartado se trata de seleccionar o apartar; es más sencillo. Todos somos seres humanos con una sexualidad diferente. Los Estados nunca volverán a promover discriminación o injusticia contra los individuos con una u otra tendencia. Los Estados pasan a ser garantes del bienestar de los ciudadanos, sin exclusión alguna. Ése es nuestro sueño.
Sabemos que en noventa y un países del mundo se establecen multas, toruras o ejecuciones contra los homosexuales.
La posición formal de la Iglesia Católica en este aspecto también es de sobra conocida. El mismo representante ante la ONU volvió a parafrasear el catecismo de nuevo: "la Iglesia es partidaria, desde hace mucho tiempo, de evitar toda marca de injusta discriminación contra las personas homosexuales."
Indignante. Increíble. Incalificable. La visita de la cúpula de la Iglesia a su psiquiatra de cabecera (siempre por producirse) acabaría de un plumazo con este galimatías de mal gusto: doble personalidad. Sostener una cosa y la contraria a la vez, en el mismo renglón, responde a un patrón de múltiples personalidades en el emisor. Para el receptor se prescriben dosis inconmensurables de panciencia como las del santo Job y algún antiácido para no perder el estómago en el camino.
La bandera anti gay que empuña el Vaticano en pleno siglo XXI nos hace reflexionar sobre la salud mental de los representantes de Dios en la Tierra. Algún día muchos lo pasarán mal cuando se enfrenten a la ITV de sus conciencias. Bueno, no tan mal. Siempre se puede alegar el atenuante de locura transitoria, aunque ésta ya dure algunos siglos.
Hasta el lunes colectivo vilipendiado. Hasta el lunes renglones torcidos de Dios. Hasta el lunes vilipendiado J.

miércoles, 3 de diciembre de 2008

España de pobreza y luto y mi amigo Antonio

Me gusta compartir conversación con personas mayores y no tan mayores. En las explicaciones que dan de lo vivido se entremezcla la historia pasada, emociones y vivencias personales. El fin de semana pasado visité la casa de una amiga y conocí a sus padres. La madre, valenciana, es una luchadora nata que no entiende la vida sin el trabajo. El padre, un emigrante andaluz que probó con la capital del reino y, tras resistírsele, se decidió por un pequeño pueblo de los alrededores de Valencia para echar raíces. Pongamos que el padre de mi amiga se llama Antonio. Antonio nos contó lo dura que había sido simpre la vida para él y su esposa. Cómo había sobrevivido al hambre de hace sesenta años, luego a las penurias de la dictadura y demás plagas que vio azotar este país. Lo ingranto que puede resultar el ejercicio de vivir y mantenerse en pie. Y la agonía de parecer no tocar fin nunca en la desgracia, en la enfermedad, en el frío y la pobreza. Hoy se sentía orgulloso. Padre de tres hijos y propietario de una vivienda en aquel pueblo anónimo, "tirar de rodillo" le ha permitido hacerse así mismo y pagar para vivir. Una de sus hijas, mi amiga, incluso pisó la universidad en la capital, se graduó (como dicen en EEUU) y en el pueblo se la admira.
Éste es todo el patrimonio de Antonio a sus algo más de sesenta años. Dice que posee poco pero que no debe nada.
Me quedo fíjamente observando las manos curtidas de aquel hombre nervioso y hablador. Repite incesantemente que ha pasado mucha hambre, que hubo muchas veces en que no tenía nada que llevarse a la boca. Pienso si ya nos hemos alejado lo suficiente de aquel nubarrón de tripas vacías y caras largas. Respondiendo a mi pregunta de si volveremos a ese escenario, niega esa posibilidad. Cree en el sistema. Se aferra al Estado como si fuera una tabla de madera en medio de un naufragio. Sus propios miedos aún vivos aturden su alma ante la mínima posibilidad de la vuelta atrás.
Antonio duerme bien. Ha trabajado duro para tener unos cuantos ahorros. Ha dado formación a sus hijos y ha pagado una casa humilde en un pequeño pueblo. No sabe mucho de grandes marcas de coches aunque de tonto no tiene un pelo. No le quita el sueño el inquilino de su segunda vivienda porque nunca la tuvo. No siente la corbata apretar su cuello porque su campechanía le hace lucir la moda de la sencillez. Ahí debió quedarse todo, en esa sencillez. Pero muchos quisieron más y más y la ambición desmedida condujo a la ruina. La misma ruina que acompañó a la historia de España durante siglos. La misma pobreza que hoy lleva a los españoles en busca de trabajo a Rumanía.
No estamos tan lejos, sigo pensando, de la miseria de hace cincuenta años. Mucho me temo que Antonio verá, al atardecer de su vida, más bancarrota a su alrededor porque no pocos creyeron que este país se llamaba Jauja cuando era España.
Éste es el retrato de la cordura de Antonio y la pobreza de la sociedad española. El luto lo canta mejor la poetisa:

Tengo los ojos enlutados
mis manos se tornaron blancas
yertos los dedos
fría la sangre.
Del viejo tronco de mi vida
surge sumisa
la mueca de un gesto
en la infatigable tristeza
de un cayado que ara
nostalgias, anhelos, sueños
y el surco de la melancolía.

Hasta mañana españoles de bien. Hasta mañana Antonio. Hasta mañana J.

lunes, 1 de diciembre de 2008

Doctor, doctor, me duele aquí. Pues váyase allí

Las agresiones al colectivo médico van en aumento en los últimos años. Hoy se han conocido datos en nuestra Comunitat que ponen el vello de punta. Se estima que hay una media de ocho incidentes de este tipo al mes sobre todo en las consultas de Urgencias médicas y guardias de atención primaria. Lo que sabemos procede de las pocas denuncias que cursan cuando el médico es insultado, amenazado o agredido físicamente por lo que es de suponer que, en el silencio que alimenta el miedo, quedan atrapadas muchas otras faltas de respeto que nunca salen a la luz. Conozco bien el funcionamiento de la sanidad pública por mis achaques crónicos y eso me permite ojear el panorama a vista de usuario. A mi paso encuetro de todo pero lo que más abunda son excelentes profesionales más aún en el grado de especialistas. Hasta que uno llega a ese nivel en la jerarquía médica suele toparse con una base sanitaria descontenta y estresada que conoce mucho de su oficio de curar pero desconoce otro tanto de cualquier patología que se salga del resfriado común o gripe, dolor de espalda, otitis o heridas infectadas... Tampoco tiene el médico de familia mucho a su favor para el buen ejercicio de sus conocimientos, la verdad sea dicha. Todo son zancadillas. La administración le pisa los talones con una media establecida para consulta de tres o cuatro minutos por paciente. A duras penas en ese instante fugaz da tiempo para saludar correctamente, despedirse con educación y que el médico estampe su número de colegiado en dos o tres recetas.
A la más mínima inseguridad frente a la dolencia que aqueja al paciente su médico le dirá la famosa frase: "tiene usted que ir al especialista. Pásese por la ventanilla de abajo y pida cita". Y luego el caminito monte arriba también lo conocen. Una media de tres meses (por decir algo prudente) hasta que el verdadero doctor, el que tiene conocimientos para darle la solución, le ve la cara. Sana, sana que si no curas hoy, curarás mañana.
Durante los últimos años hemos venido observando cómo han perdido valía aquellos médicos llamados antaño de cabecera. Cada vez hay menos conversación y más prisa. Resulta imposible que uno de estos médicos de atención primaria lo conozca a uno y siga una evolución natural de su dolencia. Todo eso lo hemos tirado por la borda. A la vez se ha "ganado en derechos" y a la mínima antipatía entre médico y enfermo ponemos en uso el comodín de acudir a la ventanilla para todo y solicitar el cambio de médico. Lo malo es que pronto nos damos cuenta de que el siguiente tendrá los mismos factores de estrés en contra para la buena realización de su desempeño y todo volvera al principio, perpetuándose así la desesperación y la rabia de los de uno y otro lado del mostrador.
Sin embargo nuestro sistema sanitario es serio y profesional cuando toca. Las bajas instancias (no deberían nunca tenerse como tales ni haber llegado a este extremo de degradación) se han sentido obligadas a burocratizar uno de los más bellos oficios del hombre: ayudar y promover el restablecimiento de la salud. Todo esto me recuerda a aquel chiste tan malo como profético para el caso: doctor, doctor me duele aquí. Pues váyase allí.
Presionados con la soga al cuello por un sistema derrochador y rácano a la vez, obsesionado en rellenar formularios, nuestros médicos de ambulatorio soportan un estrés inconveniente para poder centrarse en el componente humano del enfermo y, con el viento totalmente en contra, he de decir que la mayoría de los que he consultado consigue cruzar unas pocas frases humanas con su paciente antes de dar la entrada al siguiente. Este es el drama de la sanidad en España. Un drama silencioso y lorquiano de una administración que esconde sus basuras debajo de la alfombra. Luego tenemos a los matones de barrio. Esos pacientes o padres de alumnos (si les cambianos el escenario) que traspasan la barrera cuerda de la asertividad para convertirse en matones.
Entiendo que mantener un sistema de salud como el nuestro o el educativo resulte carísimo y ahora no estamos para tirar cohetes. Considero, sin embargo, que parte de la solución pasa por dotar de más autoridad a figuras como el médico y el profesor en nuestro país, pero autoridad real y no sólo sobre el papel. ¿Tanto cuesta eso? ¿No nos sale más caro pagar las bajas laborales de estos colectivos hartos y rotos por no poder dedicarse a lo que les gusta? Como siga la cosa así ya me imagino visitando a un médico blindado con pantalla de cristal o por web cam desde mi casa. Tampoco nos vendría mal recordar que el calor humano es otro de los coadyuvantes en la recuperación de la salud y ése no se estampa en una receta.
Matones de ambulatorio y médicos mediocres a parte nuestro sistema sanitario da muestras de clara enfermedad y lo mejor siempre en estos casos es pillarla a tiempo.
Hasta mañana suertudos lectores ajenos a este espectáculo. Hasta mañana enfermos que soportáis la derivación. Hasta mañana J.