miércoles, 20 de mayo de 2009

Curso de Lingüística General

De mi paso por la universidad guardo algunos buenos recuerdos. No fue una etapa fácil aquélla. Varios obstáculos se interponían entre mi persona y la felicidad soñada. Para empezar, los primeros vuelos fuera del nido son durísimos. Una consecución de caídas y tropiezos aderezados de algún vuelo bajo se convierte en la crónica de un superviviente fuera de la protección de su clan. Para continuar, saberse a las afueras de la adolescencia colma el pensamiento de imágenes apocalípticas que versan sobre la responsabilidad recién estrenada. Finalmente ser conocedor de la soledad que alberga nuestro cerebro y escuchar el autodiscurso de una mente joven al caer la tarde, mientras se hace la compra del día siguiente en un supermercado de barrio, conciencia al sujeto de su extrema fragilidad.
Hay algunas personas y vivencias de aquellos años que traigo permanentemente a mi memoria. Creo que algunos de aquellos me cogieron de la mano para dar mis primeros pasos en la buena dirección. Cualquier dirección es buena fuera del núcleo primigenio siempre que la conciencia se haya forjado justa y honrada antes. Eso es mérito exclusivo de los padres. Dar la vida es una cuestión accidental. Transmitir bondad es una gracia que se tiene o de la cual se carece.
Una de aquellas musas en medio de tardes patrimonio de la humanidad se llamaba María Eugenia. En ella reconocí con prontitud a la maestra de literatura y letras con la que siempre soñé. A pesar de su tardanza había llegado pletórica en el momento más oportuno, con decenas de libros de poesía bajo el brazo y sus mil secretos sobre un lingüista suizo.
Me sedujo con melodías que sonaban a prosodia, emisores, mensajes y receptores; fonéticas y fonologías varias de mis amores. Y una tarde de aquéllas tan frías de la manchuela, adentrados ambos en conversación de alguna sustancia, me reveló uno de los ingredientes de la pócima que ella compartía exclusivamente con los autores de las pilas de libros que ennoblecían su despacho. Fue allí donde me explicó, al calor de un viejo y repintado radiador de aceite, que para ser feliz es preciso mentirse.
Sus palabras turbaron mis hormonas a la velocidad de la luz y se hizo la confusión. No cabía un ápice de hipocresía en tan compleja dama. No conocía la mentira su erudito discurso que me dejaba absorto de tanta ciencia. ¿Cómo entonces el engaño en su paleta de colores? ¿Cómo pintar un paisaje apacible con aquel borrón en medio? ¿Cómo habría de contemplar su luz en mi horizonte por el resto de las tardes a partir de entonces?
Pasó el tiempo y ella siguió contándonos sus cosas a sabiendas de que casi nadie construiría un nido de aquellas pajas tiradas al viento. Y volvieron los nombres propios y comunes y abstractos que componían la familia de sus notas en aquel pentagrama verbal. Un día quise acercarme a ella para hablarle de mi sueño. Yo quería vivir una historia diferente y necesitaba su bendición. No sólo me abrazó al partir para mi consuelo. Antes decidió hacerme otro regalo. Me dijo que mi historia sólo se podría escribir si aquel que yo había elegido como protagonista era bueno. Buena persona, me dijo. Así lo recuerdo: una historia de amor se escribe en mayúsculas cuando el objeto de tu deseo es su bondad, su desinterés y humanidad. La inteligencia regará la flor. El fruto será vuestro amor.
Ha pasado mucho tiempo. No el suficiente para olvidarla a ella con su hermoso universo de palabras alrededor, cuando he sido conocedor de su mal estado de salud. He pensado en llamarla pero no me atrevo. Justo cuando creo haber entendido el mensaje, me falla el emisor. Justo cuando sus palabras trascendieron lo lingüístico para hacerse lírica, siento el miedo de la llama que tienta al libro.
Soy muy joven para quedar huérfano de musa. Es muy joven para que yo escriba su Curso de Lingüística General.

Dedicado a María Eugenia que me enseñó a amarlo a Él y a las palabras.

jueves, 14 de mayo de 2009

Antes de un año

Y Santiago Niño Becerra volvió a la SER. 
La directora y presentadora del espacio radiofónico La Ventana, Gemma Nierga, decidió convocar hoy de nuevo a los catedráticos de economía Javier Andrés y Santiago Niño para analizar las medidas anunciadas por el Gobierno en el Debate sobre el Estado de la Nación. Tras el debut de nuestro economista de cabecera en este programa hace un mes, Nierga se despidió de él y de su colega emplazándoles hasta dentro de un año. Mucho más prudentes y sabios han sido en el equipo de redacción del programa. Cuatro semanas después de aquella intervención reaparece en escena nuestro "profeta de la crisis". 
Que ustedes lo disfruten, si pueden. Se admiten conclusiones. 

martes, 12 de mayo de 2009

La compañía de Sonsoles

Hoy trataremos el tema que exige el manual bloguero, no se me asusten, hablaremos del debate sobre el Estado de la Nación. Les habrá resultado imposible pasar por alto el asunto más morboso en la agenda política del mes, del año. Un Zapatero versus Rajoy que se anunciaba desventado de entrada y a falta de sustancia por culpa de esta maldita crisis que ha desplazado asuntos y personas del candelero sin previo aviso.
He seguido con interés las entregas anteriores de este evento, pegado al pinganillo durante toda la jornada, zambullido en un mar de palabras y más palabras que acababan embotando mi mente al caer la tarde y secándome la boca por empatía con los ponentes. El escenario de batalla ha cambiado radicalmente en un año. Recapitulemos haciendo un breve ejercicio propio de cronistas.
En la entrega anterior de la saga la oposición seguía enconada en sus reproches al gobierno por sus intentos de acabar con el terrorismo a través del diálogo y la negociación política. Por aquel entonces los socialistas se sentían respaldados por otros signos políticos y perseguían sus objetivos con la legitimidad que les daba el beneplácito de la bancada de enfrente.
Hace sólo doce meses, Zapatero se vanagloriaba de nuestra excelente posición económica utilizando símiles futbolísticos y lo avalaban datos que luego nos parecieron humo de mal vendedor. No obstante, el españolito medio de entonces cenaba con el alma sosegada frente al telediario nocturno que cantaba las bienaventuranzas en la pública y contaba por docenas los arcos triunfales del gobierno progresista.
A nadie se le habría ocurrido hoy resucitar las polémicas de cómo atajar el terrorismo (perdón, a Rajoy sí) ni tampoco jactarse ante la precaria situación que atravesamos (perdón, a Rajoy sí) si no pretendiera con ello más que su suicidio político. A nadie se le hubiera ocurrido ir hoy al Congreso con el ánimo hostil y el estilo barriobajero y bronco del que algunos hacían gala antaño (perdón, a Rajoy sí) para saberse mañana protagonista de titulares que dibujen al perdedor de la enésima pelea entre dos viejos contrincantes.
Hoy tocaba hablar de la crisis y a fondo. Reconociendo su exceso de negacionismo inicial y todos los defectos y vicios que puede albergar un Presidente en el rol de primer sorprendido oficial del reino, Zapatero entró de lleno en el asunto para dar un bofetón en la cara a los grupos políticos que tanto han criticado su gestión de los últimos meses. Medidas de todo tipo al gusto del consumidor. Medidas y más medidas que engordan la E mayúscula del Plan E que ya ha salvado a más de uno. Medidas opinables todas pero materializaciones, al fin y al cabo, de pensamientos, estrategias y planes de un ejecutivo volcado en paliar (el asunto es irresoluble) el drama humano que estamos viviendo.
Zapatero solo en estado puro. Sin ni siquiera algunos de los suyos pasados a Judas temprano por un puñado de monedas de innoble metal. Solo frente a la adversidad mejor que mal acompañado.
Su esposa, la estilosa dama del canto Sonsoles Espinosa, no pudo decir lo mismo. También han cambiado los tiempos para los incondicionales del Presidente. Alguien maquiavélico, organizador del evento, se encargó de citarlas a ambas, primeras damas las dos, Sonsoles y Esperanza Aguirre, en el mismo sitio y a la misma hora (como en la sevillana de Chiquetete) para exponerlas ante el país como sufridoras en casa. Ambas tan amigas, tan monas y sofisticadas, de tan refinadas costumbres que hasta consintieron cruzar breves palabras en conversación de más morbo y sustancia que la que se desprendió de la propia cita que las unió hoy. La escena lo dice todo: la soledad de Zapatero en el Congreso frente a la compañía de su esposa en la grada. A tenor de tanto cambio en el libreto algo muy importante debe estar a punto de acontecer. Algo tendrá que decir de ello la prensa del corazón, acostumbrada a leer entre líneas y pliegues de blusas y faldas de diseño. La otra prensa, la llamada seria y rigurosa se ha quedado sin palabras. No es preciso explicar por qué, seguro que ustedes lo han entendido.

martes, 5 de mayo de 2009

El taller de las calabazas

El taller de las calabazas es un lugar imaginario habitado por personajes de cuento. Como ocurre siempre con los parajes mágicos no es fácil llegar hasta él pues lo guarda celoso algún monte de la Sierra Almijara que mal hacen los cartógrafos de dibujar en sus mapas.
Al atravesar el umbral de su puerta supimos de inmediato que estábamos en un templo de la creatividad detenido en el pasado. Antes, las persignaciones sin quitarse el sombrero. Luego el embelesamiento con la obra pues nunca nadie dio más por unas calabazas como aquel plagio de cantautor manchego, maestro de colores y formas a punto de quedarse huérfanas. Lustros de trabajo manual acompañado de interminable monólogo interno. Observancia del mundo a través de una vidriera de múltiples cristales de distinta graduación. Babel de obsesiones teñidas de pigmentos y reconciliadas eternamente con gubias y aperos desgastados de sabio artesano. Estanterías repletas de anhelos y pesares mientras la mano mueve la mente y ara surcos transitados tantas veces. Guarida mágica convertida en altar donde adorar a dioses generosos que procuraron pan duro y maná caducado a veces. Biblioteca de pragmatismo silencioso y colorista de un loco tentado por la cordura del silencio. Historias escritas en el lenguaje de las golondrinas de este verano.
Desarraigado del ruido que escribió donde yo leí y ahora os cuento los misterios de su alquimia:
un candelabro calabacero... el nacimiento del primer hijo;
aquella lamparita de noche calabacina... una depresión de otoño;
esos pendientes rojos calabazotes... una oportunidad para subir la venta;
esa palmatoria triste calabazona... la alegría de una sonrisa inocente;
un collar de los domingos calabacín... la elegancia de aquella cena;
sonora pulsera mate calabaza... brillo de ojos que le esperan.
El taller de las calabazas exite. Yo supe de sus historias en medio de una siesta bruja de domingo en lunes y por eso os las cuento.

Dedicado a Amador por sus pausadas palabras en aquel mediodía en Frigiliana.