Al finalizar el año solemos hacer balance de lo bueno y de lo malo, como cantara el grupo popero-pastelero Mecano. A veces con plena consciencia y, otras muchas, de manera vacía y ritual como se lava las manos el obsesivo-compulsivo.
En este listado de personas y cosas que dejamos atrás, que perdimos para siempre, ha de encabezar mi lista de 2009, la debacle de Zero.
Hoy miro fijamente su última portada e intento comprender el drama de una voz a la fuerza silenciada. Drama para muchos y algarabía para otros, los rancios e hipócritas que ganan de nuevo la batalla, no sabemos si la guerra.
He escuchado de boca del director de Zero, Miguel Ángel López, y he leído de su puño los motivos oficiales de este cerrojazo. Pero no los creo. Al menos no a pies juntillas.
No pongo en duda que la crisis económica ha supuesto un auténtico quebradero de cabeza para el sostenimiento de esta publicación mensual. Pero ni de lejos creo que ése haya sido el único motivo que ha llevado a Zero al paredón. Daría mil razones o muchas más para explicarles cómo sobrevive una línea editorial en medio de fuerte oleaje y retiradas de anunciantes a mansalva. Les contaría algunas fórmulas para la supervivencia en casos extremos que no dudo se hayan puesto en práctica por los hombres y mujeres de esta empresa pero las omitiré para conducir mis letras hacia universos más provechosos.
Creo que Zero ha muerto de glamour. Obsérvese que mi diagnóstico es ése y no otros tales como altanería, prepotencia o egocentrismo. El glamour nada tiene que ver con estos últimos defectos que nacen del orgullo humano.
Glamour, como saben, es elegancia en estado puro y, la elegancia puede resultar incómoda y hay que eliminarla.
Zero cuidó al extremo su presentación, su maquetación y fotografía. Eligió cada tema con maestría asombrosa y puso el dedo en la llaga por medio de bocas y plumas de las más autorizadas. Cada columna rezumaba verdad y crítica constructiva, al menos la verdad que representa las posiciones del movimiento LGTB en España.
Aunar criterios fue una tarea durísima, como afirma su director en la despedida de este número, pero se consiguió.
Con Boris Izaguirre descubrimos infinitas formas de mirar al mundo, todas divertidísimas. Con Mendicuti fusionamos dos prototipos de homosexuales: el maricón del franquismo y el gay de la nueva era. Con Generelo vivenciamos nuestra primera vez y con Iceta nos hicimos legalistas para defender nuestros derechos... todo ello aderezado con un toque de elegancia y distinción.
Esa misma distinción que no supieron perdonar las voces disidentes, las mariquitas malas de ayer y de hoy (muchos de ellos peperos y reprimidísimos) que juntos acabaron con once años de creatividad en estado puro, elegancia y distinción.
Ya me decía mi madre desde infante que la envidia es la carrera del infierno. Imaginen sólo por un momento los odios juntos de la caspa del PP, la ira de los obispos y su cruzada y la rabia de las miles de mariquitas malas (lo son porque la vida los ha hecho así como a Jeanette) de esta piel de toro hoy menos rosa que nunca y... voilà las razones de la debacle de Zero.
Nunca contuvo tanto veneno un solo dardo. Los asaeteados se retiran ahora demostrando que nunca existió un lobby gay. A pesar de todo, como dice M. A. López en su necrológica, ya NUNCA PARTIREMOS DE ZERO.
sábado, 12 de diciembre de 2009
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