Por fin llegó el día esperado. Esta noche será una de ésas en las que la mente haga contorsionar al cuerpo. Ésta será una de esas madrugadas mágicas que marcan la vida de una persona porque el espíritu ansía la total liberación del cuerpo.
Mañana empieza el principio del fin.
Mañana comienza a escribirse el último capítulo de un libro breve lleno de contrastes. Y mañana paladearé, quizás, el éxito que la vida me depare o el dolor de la derrota que nunca subestimé.
Tanto en el éxito como en el fracaso se conoce al amigo y al oponente. Esta andadura también ha esclarecido asuntos, roles, palabras, conductas, silencios y más palabras.
No me importa lo duro que fue el camino. Siempre tuve corazones sensibles latiendo con el mio. Siempre palabras de ánimo y aliento en los momentos de desencanto y parálisis. Por ello ya soy el hombre más afortunado del mundo.
De entre todas esas voces que me levantaron, la de M. tuvo una especial resonancia para mí.
Sin duda le deberá la sociedad a él, en gran parte, mi desempeño como maestro. Él ha hecho posible también este sueño. O. fue otra de las compañías inestimables. Tenté a los dos como el mismo diablo, mostré a ambos mil tesoros si adoraban mis miedos y nunca titubearon. Siempre creyeron en mí. Mi hermana siempre ha dormido al lado de mis sueños. Hizo de respiración asistida si alguna vez entré en cuadro agudo y me preparó para la vida.
Con E. me unió una sonrisa eterna de esas que vencen a la muerte. Siempre seremos los dos el profesor-alumno de esos veinticinco temas de la vida.
Una especial mención para los que os sentisteis atraídos por mi vocación de maestro. Gracias por aguantarme en clave didáctica y pedagógica en el día a día y gracias porque, a veces, también desfallecí delante de vuestros rostros y jamás los volvísteis para otro lado.
A todos aquellos que pusieron palos en esta rueda imparable, gracias. Me hicieron ser más fuerte a través de sus ataques. Me blindaron de paciencia y comprensión y me entrenaron para el mañana.
Sin Alicia y su inspiración el motor jamás se habría puesto en funcionamiento. Ha escrito tantas lecciones en la pizarra de mi alma que siempre estaré en deduda con ella.
Gracias al padre y la madre que siempre imaginé y gracias a los que son. Sin ellos nunca habría sido el hijo que soy ni el que ellos quizá imaginaron que sería.
Aún queda una madrugada mágica de por medio. Mañana será "otro" día.
A todos los que hicísteis motivos para recibirlas, mis más sinceras gracias.
martes, 30 de junio de 2009
martes, 9 de junio de 2009
Cosas de la democracia
"La derecha ha ganado las elecciones en Europa. El PP no ha perdido los comicios en España. El miedo se impone a la razón en el nuevo período que se abre".
Éste podría ser un resumen de lo acontecido el fin de semana pasado en el que urnas y recuentos han sido motivo de ilusión para unos y de frustración para otros. Nada nuevo bajo el sol. Para analizar el conjunto de los resultados hagamos una pormenorización de los hechos.
El PP no ha perdido los comicios en España. Obsérvese que no los ha ganado, sencillamente no los ha perdido. Los resultados obtenidos no han sido para tirar cohetes, como bien saben en la calle Génova, pero la situación era tan desesperada en este partido que cualquier signo positivo se había de sobredimensionar. Es el momento del asalto, han pensado los líderes populares: ahora o nunca. Porque la hoja de expediente de Rajoy como ganador de elecciones estaba por estrenar; porque los escándalos de corrupción dentro del partido abultan cada día más; porque el liderazgo de Mariano siempre ha estado en entredicho y por muchas cosas más, al PP se le ha aparecido la virgen con la crisis. Que me disculpe la directora de La tarde con Cristina de la emisora de los obispos por la blasfemia (ella es muy combativa en este aspecto), pero ha sido así.
La derecha española llevaba años agazapada esperando un momento de debilidad. Un momento como el presente en el que el paro sube y sube como la espuma y es irrefrenable la tendencia. Un contexto de desilusión en el que muchas familias se encuentran con platos únicos en la mesa o menú de comedor de caridad.
Que no se confundan en este partido por el bien de todo el país. No ha existido el voto de castigo masivo contra Zapatero y más bien se ha tratado de un toque de atención justificado por el desgaste de la crisis. Hoy ha dicho Fraga (ese hombre-holograma que anda por ahí suelto como recién salido de un bestiario medieval) que plantear una moción de censura sería un suicidio para Rajoy y los suyos. Yo me pregunto... ¿quiénes son los suyos?, ¿qué Partido Popular no ha perdido las elecciones, el de Rajoy y Cospedal o el de Aznar y Mayor Oreja?
Un par de flecos más por cortar. Lo acontecido en Valencia y Madrid, donde proliferan a sus anchas los presuntos delitos de corrupción, se llama corporativismo, cierre de filas. La derecha siempre se moviliza ante una llamada de auxilio. Suena el cuerno y empieza la danza de incondicionales acudiendo en peregrinación a votar. Mucho tiene que aprender de ella la izquierda española que no tuvo compasión con González y lo mandó a su casa a criar bonsáis cuando le salpicó el escándalo. Recuerden que la fórmula de votar tras ir a misa es la ideal. Es el plan perfecto para un domingo electoral: primero te envenenan con un tripi y después alucinas en colores.
La derecha ha ganado las elecciones en Europa. Sin fisuras ni posibles interpretaciones. Ni las políticas de Sarkozy, ni las de Merkel, ni las del polaco Donald Tusk, ni mucho menos las de Berlusconi son de mi agrado. La población europea ha hablado en las urnas pero eso es mucho decir. Algunos pensamos que ha balbuceado o enmudecido ante el panorama desolador de un viejo continente en creación que aún ve cercanos los fantasmas del hambre de otros tiempos.
Ha ganado el miedo a lo diferente, la exclusión y el racismo. Ha ganado el mensaje xenófobo que resaltaba la presencia de los inmigrantes entre nosotros como un peligro y no como una oportunidad. Y se ha premiado el escándalo y la corrupción de los que se pavonean a estas horas mostrando sus "triunfos" carentes de toda moral. Han ganado los de la moral, la única, válida y auténtica moral. Se pone en peligro así el derecho de muchos hombres y mujeres a llevar una vida digna acorde a su condición. Merman las libertades en nuestro suelo porque ahora el trabajador es más currante y el empresario más príncipe que antes. Se excluye lo diferente, lo que nos hace realmente ricos en sociedad. Los sociólogos se preguntan qué ha llevado a estos resultados en medio de una crisis con el cuño de la derecha. Algunos pensadores ya han dado con la otra piedra angular que faltaba. Las aturdidas sociedades posmodernas que poco saben de nada, tienen la firme convicción, no obstante, de que la derecha es capaz de gestionar mejor la economía que la izquierda. Ésta es la prueba inequívoca de que el hombre es el único animal capaz de tropezar dos veces en la misma piedra. Los adoradores del altar de la doble moral ya se frotan las manos en Europa. Mis más sinceras felicitaciones a los ganadores. Una advertencia de la que han de tomar buena nota: en los tiempos presentes, los acontecimientos cambian a una velocidad de vértigo. Nada hay que la calle no pueda enmendar, ni siquiera los errores cometidos en las urnas. Quizá este segundo tropiezo sirva para que espabilemos y salgamos del letargo. Hace tiempo que llegó la primavera. Dicen que tras el verano todo empeorará. Por el camino que vamos a más de cuatro les pillará confesados. Mientras tanto yo prefiero sumarme a las palabras del presidente del grupo socialista en el Parlamento Europeo: "Intentaremos frenar las fuerzas incontroladas del mercado pero lo haremos desde una base menos sólida que antes". Dicho en román paladino: volvamos a las catacumbas con tal de ver medio lleno el plano. A ver si como pensaba Sancho, con la panza llena podemos pensar mejor.
Haciendo honores a la España de los ochenta en la que la televisión era todavía inocente y creativa, me despido con una frase de anuncio de los de entonces.
¡Pero qué cosas tiene la democracia!
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jueves, 4 de junio de 2009
Infiel a mi peluquera
Alejado como estoy estos días de mi compromiso de escribir esta bitácora, dadas mis obligaciones de opositor, algo ha pasado hoy que me ha hecho volver a la fuerza (aunque gustoso) al formato de reflexiones compartidas al que ya estoy acostumbrado.
Hace dos semanas convencí a un amigo para que me acompañara a la peluquería, ese lugar en el que practican la alquimia y a uno le convierten en oro de cuello para arriba.
Aprovechamos la salida e hicimos unas compras en un centro comercial y allí me cortaron el pelo, o me hicieron un desgraciado, según se mire. Conocí a una mujer joven y dicharachera (cualidad imprescindible para el oficio de cortapelos) que se enredó tanto en sus disquisiciones acerca de la máquina de aceleración de partículas y los orígenes del universo, mientras empuñaba la tijera, que salí de allí con una decena de trasquilones y la promesa de no volver a aquel lugar si no era para conversar, en medio de un café, con aquella amante de la ciencia-ficción.
He esperado dos semanas a tener algo de cabello (así reza en las cápsulas que he tomado para acelerar su crecimiento) e intentar arreglar el desaguisado consultando con mi peluquera de referencia. Nada hay que ella no pueda enmendar, ningún roto que se le resista para ser zurcido por sus hábiles manos. Y ninguna paz es mayor que la de reencontrarse uno con su imagen habitual frente al espejo, sin grandes virtudes pero carente de destacables defectos, que es de lo que se trata. He vuelto a sus brazos hoy, a los de mi estilista de barrio y ella me ha mirado al entrar y se ha sonreído. Sabía que le había sido infiel. Sabía que había sido débil al correr a otros brazos o a otras manos y que ahora buscaba su consuelo para recobrar mi imagen. Sin rechistar, sin desaire ni un ápice de reproche en sus labios, ha cogido la tijera y cargada de comprensión y oficio me ha devuelto a la vida. Parecerá absurdo el comentario pero no tiene ni un pelo de exagerado. Al perder nuestros signos de identidad o al minimizarlos, nos sentimos sin rumbo y sin esencia. Muchas veces lo accidental, por cotidiano, pasa a formar parte del universo de lo sustancial. Eso le ocurre a mi cabello.
La reconciliación no ha podido ir mejor. No voy a dar hilo a la cometa de mi narración en este sentido, siento decepcionar a tanto morboso como hay por la vida.
Dentro de la peluquería he asistido a una conversación entre la dueña y una clienta. Ambas se quejaban del trato que propinan a la gente ciertos colegios concertados religiosos de Valencia, no aceptando algunos expedientes y siendo demasiado estrictos con las normas de admisión. En medio de la conversación aparecí yo con mis quejas habituales hacia la gestión de estos centros financiados con el dinero de todos los contribuyentes. Sabía de antemano que la propietaria de la peluquería era "de la obra" como ella misma no paraba de repetir y que la clienta era religiosa de las de golpe en el pecho, por pistas que ella misma había dado.
No me pregunten cómo pero de repente la clienta me estaba diciendo que a ella eso del matrimonio homosexual le parecía fatal porque no entendía que se llamase así. Cuál fue su sorpresa cuando me pregunta a mí sobre ese asunto y le respondo que estoy casado con un hombre. "Pero...¿casado, casado?", me pregunta la señora. "Casado, casado", le contesto yo.
La conversación ha mantenido desde el principio la elegancia dialéctica que enseñan en los colegios de pago. Tanto la dueña del negocio como su clienta habían sido educadas entre algodones. Yo también. Hemos hablado de órdenes religiosas, del Papa, de la tolerancia de la Iglesia, de los valores, de los cambios sociales y de "la obra" sin faltar a nuestro compromiso de ser educados. Entre dolor y rabia la clienta nos confiesa que tiene un hermano homosexual. La conversación da un giro inesperado. Un hermano que se casó con una mujer y que hoy tiene descendencia. Un hermano, dice ella, que siempre ha sido desdichado por ocultar una realidad que tan sólo compartió con ella.
Entonces tengo el combate dialéctico ganado. Lo tenía desde el principio, pues me asistía el sentido común. Tengo que dosificar mis fuerzas y mis formas se han de suavizar aún más fuera de toda vehemencia. Estoy delante de una víctima de un sistema hipócrita y corrompido que escribió parte de la historia de miles de familias en nuestro país. La comprensión y la humanidad apuntalan ahora las palabras que escojo. La clienta me mira y se lanza a besarme. La dueña del local admite que ella está a mi lado y que le haría muchísima ilusión que le presentara a mi marido y, algún día, a un futuro hijo nuestro. Mi peluquera observa la escena y apunta: "Desde el primer día supe que eras un tío majo. Me alegro mucho de haberte conocido".
La clienta me da un último abrazo quizá fundiéndose con su propio hermano y me dice aquello que siempre quiso decirle a él con un gran nudo en la garganta: "Hoy he entendido mejor que nunca a mi hermano, su vida promiscua e infeliz. Quizás hoy deje de juzgarlo y empiece a reconocerle como una víctima más de aquella moral dañina que se enseñaba en nuestros colegios".
Antes de marcharse añadió: "Vive tu vida y cógele la mano a él (a tu marido, traduzco) y sed muy felices los dos ahora que podéis".
Tenía que pasar por el supermercado a hacer unas compras. Entenderán que no he podido hacerlo después de la escena que la vida me tenía reservada esta mañana.
Entenderán que dedique estas palabras a todos aquellos que se vieron obligados a vivir una vida que no era la que querían. Lo entenderán. Y de ese entendimiento nacerá la lucha para erradicar la injusticia y dejar de sacrificar vidas inocentes por un sistema repugnante que causó las lágrimas que hemos llorado esta mañana.
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