martes, 12 de mayo de 2009

La compañía de Sonsoles

Hoy trataremos el tema que exige el manual bloguero, no se me asusten, hablaremos del debate sobre el Estado de la Nación. Les habrá resultado imposible pasar por alto el asunto más morboso en la agenda política del mes, del año. Un Zapatero versus Rajoy que se anunciaba desventado de entrada y a falta de sustancia por culpa de esta maldita crisis que ha desplazado asuntos y personas del candelero sin previo aviso.
He seguido con interés las entregas anteriores de este evento, pegado al pinganillo durante toda la jornada, zambullido en un mar de palabras y más palabras que acababan embotando mi mente al caer la tarde y secándome la boca por empatía con los ponentes. El escenario de batalla ha cambiado radicalmente en un año. Recapitulemos haciendo un breve ejercicio propio de cronistas.
En la entrega anterior de la saga la oposición seguía enconada en sus reproches al gobierno por sus intentos de acabar con el terrorismo a través del diálogo y la negociación política. Por aquel entonces los socialistas se sentían respaldados por otros signos políticos y perseguían sus objetivos con la legitimidad que les daba el beneplácito de la bancada de enfrente.
Hace sólo doce meses, Zapatero se vanagloriaba de nuestra excelente posición económica utilizando símiles futbolísticos y lo avalaban datos que luego nos parecieron humo de mal vendedor. No obstante, el españolito medio de entonces cenaba con el alma sosegada frente al telediario nocturno que cantaba las bienaventuranzas en la pública y contaba por docenas los arcos triunfales del gobierno progresista.
A nadie se le habría ocurrido hoy resucitar las polémicas de cómo atajar el terrorismo (perdón, a Rajoy sí) ni tampoco jactarse ante la precaria situación que atravesamos (perdón, a Rajoy sí) si no pretendiera con ello más que su suicidio político. A nadie se le hubiera ocurrido ir hoy al Congreso con el ánimo hostil y el estilo barriobajero y bronco del que algunos hacían gala antaño (perdón, a Rajoy sí) para saberse mañana protagonista de titulares que dibujen al perdedor de la enésima pelea entre dos viejos contrincantes.
Hoy tocaba hablar de la crisis y a fondo. Reconociendo su exceso de negacionismo inicial y todos los defectos y vicios que puede albergar un Presidente en el rol de primer sorprendido oficial del reino, Zapatero entró de lleno en el asunto para dar un bofetón en la cara a los grupos políticos que tanto han criticado su gestión de los últimos meses. Medidas de todo tipo al gusto del consumidor. Medidas y más medidas que engordan la E mayúscula del Plan E que ya ha salvado a más de uno. Medidas opinables todas pero materializaciones, al fin y al cabo, de pensamientos, estrategias y planes de un ejecutivo volcado en paliar (el asunto es irresoluble) el drama humano que estamos viviendo.
Zapatero solo en estado puro. Sin ni siquiera algunos de los suyos pasados a Judas temprano por un puñado de monedas de innoble metal. Solo frente a la adversidad mejor que mal acompañado.
Su esposa, la estilosa dama del canto Sonsoles Espinosa, no pudo decir lo mismo. También han cambiado los tiempos para los incondicionales del Presidente. Alguien maquiavélico, organizador del evento, se encargó de citarlas a ambas, primeras damas las dos, Sonsoles y Esperanza Aguirre, en el mismo sitio y a la misma hora (como en la sevillana de Chiquetete) para exponerlas ante el país como sufridoras en casa. Ambas tan amigas, tan monas y sofisticadas, de tan refinadas costumbres que hasta consintieron cruzar breves palabras en conversación de más morbo y sustancia que la que se desprendió de la propia cita que las unió hoy. La escena lo dice todo: la soledad de Zapatero en el Congreso frente a la compañía de su esposa en la grada. A tenor de tanto cambio en el libreto algo muy importante debe estar a punto de acontecer. Algo tendrá que decir de ello la prensa del corazón, acostumbrada a leer entre líneas y pliegues de blusas y faldas de diseño. La otra prensa, la llamada seria y rigurosa se ha quedado sin palabras. No es preciso explicar por qué, seguro que ustedes lo han entendido.

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