Ha muerto mi abuela o esa otra madre que me vio crecer. Nos despedimos ayer y me dedicó una sonrisa pícara desde sus ojos siempre alerta. Muere una sabia y hermosa criatura de tan fino paño confeccionada su alma que mirarla dolía.
Él vuelve a cortejarla en medio de los trigales secos como aquel primer verano rebosando ingeniudad e inocencia. Retozan ya juntos sobre un manto de flores seleccionadas por ángeles. Acaba su cautiverio al salir el sol. Escucha un murmullo de júbilo en medio de su confusión. Celebran con cítaras su esperada llegada. Viene cansada de caminar por adoquines de piedra y llanto. Ahora se siente liviana, otra vez joven y presta a enamorar de nuevo a aquel que espera. Se gira y nos ve. Nunca estuvo lejos de comprenderlo todo.
Nos guarda en su esencia esparcida ahora por la eternidad del universo. Nos acaricia y limpia nuestro llanto. Entregó su vida a enjugar el rostro del dolor y hoy, la música y perfumes la aguardan en este su primer banquete.
Volverá a regar su puerta al canto del grillo, ataviada de negro delantal de cuadros y chaqueta oscura de lana. Volverá a pasar el paño por nuevas almas empolvadas. Tomará el fresco en la fachada de su casa, al caer de una ventana anónima y cronista de una vida santa. Dormiré la siesta con ella, oliendo a madre y pureza. Me reiré de su nariz y ella esperará siempre mi verano para compartir juntos nuevos aires frescos.
No ha muerto mi abuela. Sólo duerme en su cama conmigo la siesta.
Mañana amasaremos juntos otras levaduras y en otras casas.
-Abuela, ¿me quieres?
-Sí, mucho, y a él también, como si fuera mi hijo.
-Nunca te canses de decírmelo, que lo necesito.
viernes, 19 de diciembre de 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
3 comentarios:
Mi más sentido pésame ante tu sabia abuela.
Hoy nos deja la abuela de un gran amigo.
Con su muerte entramos en el terreno abonado de frases tópicas, tan manidas como fútiles, y que no hacen sino esconder nuestra ignorancia frente a la muerte; la propia y la de otros.
La muerte de otros, sobre todo cuando sólo llega a rozarnos, parece suspendida a cierta distancia. No nos toca, cubierta por esa pátina de indiferencia que no hace sino esconder una barrera de defensa puesta por nuestra mente. Recurrimos entonces a protocolos, medidas y reglas que nos permiten objetivizar lo subjetivo, alejarnos del sentimiento y escapar de nuestro miedo primigenio.
La muerte propia es esa sombra oscura de la que huimos en sueños, el frío del que tratamos de guarecernos y la pregunta para la que no tenemos respuesta. Sólo unos pocos, sea por ignorantes o por iluminados, saben esperarla con una sonrisa en la boca, mientras disfrutan cada instante de la vida que aún les queda por delante.
La muerte es muerte y no hay respuesta buena ni mala para hablar de ella.
Hoy nos deja la abuela de un gran amigo, uno de los engranajes maestros en la vida de alguien que, para mí, también es un engranaje principal. Se va una mujer a la que conozco sólo por boca de otros, personaje de historias cómplices, de amor, protección y cuidado, que alegraron el pasado una persona a la quiero.
Entonces, ¿cómo no quererla a ella también?
Aunque nunca la conociera, aunque no tuviera la suerte de escuchar sus consejos, aunque jamás la tocara o simplemente la saludara, está en mi corazón. Lo está por la obra que con su propia vida esculpió en la figura de a quien hoy llamo amigo.
Te vas, te quedas y, desde nuestra propia espera, te mando el beso que jamás pude darte.
Nuestra cultura no nos enseña a morir. Morir no es buen negocio.
El sentido común nos diría que es ley de vida, que vivió, sufrió y gozó en su existencia.
Pero nuestros sentimientos quiebran ese sentido común porque no entendemos el porqué de la muerte y a veces (las mas) el porqué de la vida.
Yo, como tantos otros, no lo he descubierto pero he sufrido de cerca esos momentos en los que todavía lo entiendes menos porque “no es justo” que una persona cercana muera.
Pero la vida, y la muerte no discrimina y pasa y sucede.
¿Que nos queda? Prolongar en nuestras vidas las de los seres queridos que nos han dejado, recordandoles en sus buenos momentos y en los peores, hacerles vivir a través nuestro. Que sus enseñanzas, sus palabras, sus susurros nos acompañen y nos guíen. Porque de esa forma su vida no fue inútil, ni su muerte. En nuestro camino, esas vidas que nos guían deberemos trasladarlas a otros, al igual que otros trasladaran la nuestra......
Tu ya has empezado a vivir la vida de tu abuela y mas aún a compartirla a través de tu blog. Por eso seguirá viviendo, de otra manera pero viviendo..........
Publicar un comentario