miércoles, 21 de enero de 2009

El día después de una noche de fiesta

Hoy comienza la Era de las Desilusiones. Alguien ha escrito en las últimas horas que Obama, nuevo Presidente de los EUA, es un hombre, no Superman.
Después de que los politólogos se echaran sobre las pistas dejadas en el camino durante el discurso de ayer, ya tenemos algunos datos reales y objetivos para ser analizados.
Obama ha mandado suspender los juicios de Guantánamo durante cuatro meses. También ha dado la orden de analizar con lupa cualquiera de las últimas consignas dadas por su antecesor. Luego, entre misa y misa, se reunirá con varios de sus amigos de siempre (invitados a pernoctar en la Casa Blanca hoy) y despachará con sus asesores económicos para tomar medidas paliativas contra la crisis lo antes posible.
Ayer fue un día orgásmico. Las televisiones de todo el mundo (menos la china cuando el nuevo Presidente hablaba de comunismo) fueron nuestros sentidos en el punto candente de la noticia convertida en fiesta mundial. Las radios celebraban con sus contertulios la llegada al poder de un nuevo aire fresco a la madre de las superpotencias. Intertet hervía en comentarios a través de foros y webs diversas que se sumaban a la jarana de la democracia remozada.
Pero hoy, después del amanecer en el viejo continente, ya hay algunos indicios de por dónde transitará nuestro Presidente y padre de las ilusiones del nuevo siglo.
Nunca los gestos y la puesta en escena se deben infravalorar. Nuestros comportamientos hablan de nosotros allí donde quiera que nos encontremos y el protocolo americano no se permite ni un ápice de equivocación en sus puestas de largo. Retiradas las alfombras rojas, los vestidos de largo tornasolados de diseñadores afamados y forrados y focos y guirnaldas varias, queda el puro análisis de los hechos.
Obama recuperó la Biblia añeja de Washington para su juramento del cargo cuando podía haber prescindido de esa simbología. Se acompañó de un pastor evangélico, Rick Warren, bien conocido por su postura contraria a los matrimonios homosexuales. Para decir toda la verdad, también invitó a la ceremonia al obispo episcopaliano Gene Robinson, declarado abiertamente homosexual.
Abandonó su elegante limusina para estar más cerca de un público mitómano. Pronunció un discurso de un treintañero (dicen que en esta ocasión era más de su cosecha) y sonrió mientras enviaba mensajes ambiguos a unos cuantos países del orbe.
Muchos dicen a estas horas que hay que concederle al Presidente superhéroe por lo menos cuatro años para remendar agujeros. Luego, el sastre empezará a soñar el patrón del nuevo vestido.
Yo formo parte de los críticos aguafiestas dispuestos a empañar tanto lustre prefabricado. Creo que vienen vientos a favor para muchos cambios y, eso, ya es un gran avance. Ahora bien... ¿cómo voy a tener mis esperanzas de renovación puestas en un hombre que llega a su puesto de trabajo después de haber asistido a más de diez fiestas durante toda la noche?
Hay que estar muy despejado para gobernar el mundo. No digamos para gobernarse a sí mismo.
Hasta mañana poderes de ayer y de hoy. Hasta mañana reformadores de los clásicos poderes corrompidos. Hasta mañana poderes en decadencia. Hasta mañana J.

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