miércoles, 26 de noviembre de 2008

Aterrizaje fogoso

Siempre he soñado con volar. El mundo del sueño y el significado de los mismos despertó en mí un gran interés ya en la infancia. Al poco tiempo de sumergirme en los libros que versaban sobre esos enigmas, me percaté de que el sueño de sobrevolar una ciudad en medio de la noche se da con mucha frecuencia entre los miembros de todas las sociedades, desarrolladas o aún por emerger. Es como una sensación inenarrable que produce en el que la vive vértigo y admiración por la belleza que desprende la escena que se dibuja bajo sus pies. Siente el alma que el mundo fuera grande y hermoso a la vez pero suficientemente abarcable o maleable. Uno se vive así mismo como por encima de la realidad y de las historias del mundo ordinario, trascendiendo los egos encerrados en callejuelas estrechas y largas de interminables edificios alrededor.
Sólo entonces los sentidos planean por encima de la realidad. El humano trasciende su naturaleza y ultrasiente desembotando ese noventa por ciento infrautilizado de la maquinaria del pensamiento.
Ésta es mi experiencia más lejana a la física comprensible, más iniciática. Por supuesto, nunca creí en el viaje astral ni otros dogmas propuestos por religiones que nacen de la modernez. Esas creencias atan y recordemos que de lo que se trata es de volar. Tampoco poseo información alguna de adónde va a parar mi caja de resonancia (es una manera laica y poética de llamar al alma) cuando tengo esa vivencia. En mitad del vuelo nunca vi alas en mis extremidades superiores ni motopropulsores eléctricos adheridos a mis piernas. No conservo noción de la desnudez o no de mi cuerpo en la travesía, ni eso recuerdo con nitidez, pero traje de astronauta con el logotipo de la NASA cosido a la solapa tampoco llevo, ahora que lo pienso.
De repente me invade un miedo atroz. Se llama caída y es posible. Esa probabilidad me asfixia, me hace atravesar las peores turbulencias. Caigo. Despierto. Noto a mi lado el calor de tu cuerpo. Vuelvo a soñar que vuelo. Algún día compartiremos volar en el mundo de los sueños. Seremos como cometas al viento. Tú la feliz cometa meciéndose por encima de algún puerto. Yo el viento, siempre tu viento.

1 comentario:

MC dijo...

Desde que os conocí sigo creyendo en el amor, recuerdo la conversación sobre vuestro encuentro e inconscientemente siempre que conozco a alguien especial me gustaría experimentar y que experimentaran lo que vosotros sentisteis, os envidio y ojalá algún dia también despierte de mi caida al lado de alguién que vuelva a levantar mi vuelo.