A estas horas Berlusconi prepara, a toda prisa, un decreto para evitar desconectar de las máquinas a la joven que lleva casi diecisiete años en coma vegetativo. Se pasa así por el forro una sentencia del Tribunal Supremo que autorizaba a la familia de la chica a ayudarla a morir.
Mientras cenamos a la luz de media luna, un duro pulso se mantiene entre dos fuerzas: la presión de la Iglesia sobre la "piadosa" mano de los "pro-vida" contra los poderes que asisten al Presidente de la República, Giorgio Napolitano, que tiene severas dudas de conciencia a la hora de firmar el decreto pro-sufrimiento y prolongar así una agonía innecesariamente.
No necesitamos cambiar de país para continuar perplejos. Berlusconi ha conseguido sacar adelante una propuesta de esas que yo llamo "especialidad de la casa" tachada ya de xenófoba. Los médicos se verán obligados a denunciar a los inmigrantes sin papeles que acudan a las urgencias. La clase médica puesta a disposición del Gobierno a modo de policía o maestro vigilante del recreo. No puedo salir del asombro y la indignación que me produce todo este despropósito. Con la excusa de la crisis parece que algunos legitiman unos actos cuanto menos sospechosos.
Estos dos apuntes de la historia contemporánea me traen a la mente aquel relato de George Orwell, 1984, en el que Un Gobierno manejaba los hilos de toda la ciudadanía a su antojo. En aquella obra aparecía una de las imágenes que más terror me han producido en todos estos años: la policía del pensamiento. Con crisis o sin ella, está claro hacia donde apuntan algunos en su manera de legislar.
Los franceses han sido mucho más sofisticados. Sus maneras versallescas conocidas en el mundo entero les hacen dulcificar lo crudo. Han optado por otra modalidad: separar al grupo desde dentro de sus propias filas. O sea, que los extranjeros que denuncien a sus compatriotas por explotarles, obtendrán inmediatamente los papeles para ser legales dentro del país. Pueden observarse claras diferencias entre un país y otro en su manera de hacer política. El modelo francés premia al chivato pero combate la ilegalidad y el fraude, como debería hacer cualquier estado.
La bajada de pantalones de Zapatero ante el número dos del Vaticano, de visita privada en España, no tiene desperdicio. Plantó a las izquierdas ayer y a los ciudadanos que esperaban una respuesta en la Ley de Plazos del Aborto, para acudir a misa. Pero ya se sabe que en misa y repicando no se puede estar. Mientras cenamos, a la luz de media luna, el descontento reina en Moncloa y entre los votantes de izquierdas. La jugada de guante blanco con la diplomacia vaticana (más sabe el diablo por viejo que por diablo) no ha ido bien. Antes de marcharse, Tarcisio Bertone, ha tirado de las orejas al ejecutivo por temas como la asignatura EpC, el matrimonio homosexual y la ley de plazos del aborto. Ha cerrado filas con la Conferencia Episcopal por la que había sido invitado a nuestro país y ha dejado claro que Iglesia sólo hay una y a Zapatero lo encontró en la calle.
Con Merkel las cosas no son iguales. Llamó al orden a Su Santidad en medio de un revuelo y casi lo despluma de un manotazo. Y el Papa se hizo falible ipso facto por el poder o los ovarios de la cancillera.
Descontentos, muchos pensamos que este gobierno no tiene solución... pero los hay peores.
Hasta mañana literatos visionarios de opresiones nuevas. Hasta mañana despistada izquierda con tendencia derechista. Hasta mañana plantados por Zapatero. Hasta mañana J.
jueves, 5 de febrero de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario