miércoles, 18 de febrero de 2009

La Ley del Talión

Hace unas horas los padres de Marta del Castillo daban su primera rueda de prensa conjunta. Visiblemente estropeados por el duro mazazo que les ha dado la vida han querido decirnos tres cosas. Han dado las gracias tanto a la policía como a los ciudadanos que les apoyan. Después han pedido visitar al Presidente del Gobierno y al líder de la oposición para trasladarles su indignación y dolor. Para concluir han solicitado la celebración de un referéndum popular para la instauración de la cadena perpetua.
Así vuelve a la palestra el eterno (por incómodo) debate de la cadena perpetua aplicable a aquellos delincuentes difícilmente reinsertables.
Hemos dicho muchas veces que la sociedad europea es una sociedad aún inmadura emocionalmente y con algún rasgo que apunta al trastorno de la personalidad. De ahí que parezca que caminamos continuamente por un campo plagado de minas. En cualquier momento una noticia cala nuestros huesos hasta el tuétano y nos enfada y no sabemos cómo darle solución al conflicto planteado. Aún quedan asuntos de difícil digestión para llevarnos a la boca en esta Europa en construcción: la eutanasia o buen morir como es mi gusto llamarlo, el derecho de las mujeres a abortar en el marco de unas leyes que las protejan y no las criminalicen o la igualdad plena de derechos a las minorías sexuales, entre otros. Y como todo lo que se pospone en la vida, un mal día aquello acaba explotándonos en las manos. Es entonces cuando debemos impedir las decisiones forzadas fruto del acaloro y el rencor del momento.
Sabemos que la pena de "cadena perpetua" siempre ha sido un tema tabú en nuestro ordenamiento jurídico. Mientras en nuestro país esto es así, otros de nuestro entorno como Alemania, Gran Bretaña o Francia no tienen complejos en aplicarla y todos gozan de aceptable salud democrática. Algunos técnicos piensan que no sería constitucional el hecho de que se contemplara esta pena en nuestro suelo y otros opinan justo lo contrario. Dejando a un lado aquellas cuestiones técnicas que no nos competen a nosotros dilucidar, una cosa es bien clara: en España cualquier endurecimiento de las penas ha sido sistemáticamente rechazado por el conjunto de la sociedad por ser contrario a la reinserción, es decir, a los derechos de los delincuentes. Lo que se pretende al legislar así es dejar en un segundo plano el delito cometido y que prime la idea de reinserción del autor del mismo.
Llegados a este punto, queremos deternernos en este otro debate. La cárcel ¿cumple realmente una función de mejora del individuo delincuente?, ¿es el lugar idóneo para que aquellos que han agredido a la sociedad mejoren y se reinserten algún día con la pena purgada?
Somos muchos los que opinamos que la pena privativa de libertad debe ser comprendida como tratamiento y reeducación del sujeto que ha causado el daño. Sostenemos que el fin último de esta experiencia ha de ser la reinserción social o lo más cercano a ella. Nos basamos en nuestra escala de valores, donde primamos la seguridad del grupo (de ahí la privación de la libertad de aquel que supone un peligro) pero creemos en la capacidad sin límites para mejorar del ser humano (una condena eterna implicaría un odio eterno que como una losa se depositaría sobre las espaldas del delincuente). Conscientes de las limitaciones de todo tipo (especialmente económicas) que surgen en el sistema a la hora de aplicar convenientemente los recursos, no por ello podemos desistir en nuestro deseo de solvencia en este terreno.
No podemos defender aquí las tesis que apuntan hacia la "condena eterna". Ninguna idea de naturaleza religiosa, ético-filosófica o de cualquier otra índole, nos hace pensar que esta opción fuera a hacer pedagogía positiva contra el delito en ninguna de sus formas.
Abogamos por un sistema penitenciario digno.
No profundizaremos en el análisis del delincuente ni su perfil. Los hay, nos ha dicho la psiquiatría, puramente enfermos mentales y otros malos por naturaleza. A lo que no estamos dispuestos es al linchamiento ni a ninguna forma de agresión hacia nadie.
Creemos que la sociedad debe pasar su duelo haciendo gala de su madurez, por los cauces siempre de la legalidad vigente y con el amparo de todos los cuidadanos de bien que empatizamos con el sufrimiento. Eso nos hace estar muy cerca de los padres de Marta y sentirnos confusos y decepcionados como ellos.
Sabemos que el estigma persigue, durante toda la vida a veces, a aquellos que pisaron la cárcel. Solidarizados al extremo con el sufrimiento de estos padres rotos, intentamos que no sean más vidas las que se queden en la cuneta, perdidas de una u otra forma. Intentamos que no se escuchen las voces que reclaman la Ley del Talión en estos días. Por último conviene no olvidar en estos momentos de tensión que nuestras leyes ya garantizan una pseudo cadena perpetua para aquellos individuos que no muestran arrepentimiento por sus delitos. Y un apunte más; donde se aplica la cadena perpetua también se tiene en cuenta la capacidad de mejora del delicuente en el futuro, por lo que ocasionalmente esas condenas quedan mermadas para demostrar así que los jueces son personas y se conmueven, no Dioses insensibles que habitan un Olimpo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¿La sociedad europeano es lo suficientemente madura? Dependiendo del contexto, no existe sociedad madura; quizá, la sociedad de los primates, y alguna esepecie "animal" más.

El caso de Marta, se ha mediatizado, demasiado; como el de la violencia de género (o violencia machista ¿?¿?¿?¿?). Cualquier tipo de crimen, ya sea asesinato pasional, genocidio, asesinato, etc ... debería penarse, sin estar MEDIATIZADO.

Actualmente en España hay mas de 700 menores de edad desparecidos... imagina 700 casos mediatizados. Un apunte: en las mismas fechas que se publicó la desparición de Marta, en el Angar de estupefacientes de la policia nacional de Sevilla, desapareció casi una tonelada de cocaína ... a mí me huele raro todo esto...

Sé qeu tratas de exponer si estamos preparamos, predispuestos y si somos cómplices de la Ley del Talión, en esta; nuestra sociedad inmadura. Yo no soy partidario de ella, pero una pregunta J. :

¿Cuánto es de delgada la línea que separa la paciencia del borte psicótico en el hombre que actua con violencia?

No trato de justificar nada, pero me conoces; y sabes a qué me refiero.

Un abrazo maestro.

Perolín.