lunes, 16 de marzo de 2009

Capítulos apócrifos

Aquella tarde fue nueva por no vivida, pero será recordada.
Ocupé mi butaca puntualmente dejando atrás el frío y las sombras de un invierno largo. Pronto vendrían más heladas en medio de los calores.
La música brotó de entre las tablas de un viejo escenario testigo del mismo ritual tantas veces. Cambió la luz dentro y fuera siguió el día con una tarde larga, larga.
Los músculos se tensaron y mis pupilas se abrieron como paracaídas buscando el aterrizaje perfecto.
Un baile de sonrisas inauguraba una primavera nueva, aún inmaculada. Por escribir estaba todo en las páginas blancas de la sensualidad que resucitaba higos y granadas encarnadas. Y en carne viva mi alma, rabiosa por detener el tiempo en el tocamiento de aquellas gracias.
Él apretaba mi mano fuertemente para atravesarla con la complicidad de tantos capítulos apócrifos.
Al rato llegó ella. Quizá siempre estuvo allí pero los focos de la pasión me distrajeron de verla antes. La que llora el poeta en sus desvelos, aquella risueña anfitriona de toda fiesta, me observaba.
Un espasmo recorrió este alma temblorosa conocedora de su triste destino. Finalmente pude dar mis primeros pasos tras la siesta. Después el telón siguió abriéndose y cerrándose a una velocidad de vértigo y el genio me arrastró con él y me prometió un paseo entre bambalinas. Aquel caminar me recordaría que había llegado el tiempo del paraíso de una novela que leí en mi primera juventud. Me recordaría que un día viví como santo lo inconfesable y hoy lo estaba celebrando con taquicardias de colores y pompones rojos de animadoras de serie de televisión adolescente.
Al final del trayecto unos versos caen al suelo o al infierno. Él los rescata de las llamas. Entonces se releen otras letras guardianas de sentimientos de veranos rojos y se escriben párrafos nuevos con antiguas plumas siendo Tú mi tintero. Siendo Tú la sangre que, frenética y desesperada, ata nudos en mi imaginación y los desata en mi cama. El aceite de este viejo candil que no se apaga. Siempre Tú entre mis bambalinas, paseando tus artes por mis tablas...

Para ti, también esta primavera.
De J.

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