De vez en cuando me gusta acercarme a las fuentes, al origen de las tendencias, a los representantes en ese momento de la esencia misma de los idearios. Hoy he compartido espacio físico y psicológico con Carmen Alborch gracias a la invitación que me hizo una amiga para acudir a una mesa de debate sobre la "violencia de género". Alborch ha sido, por su trayectoria siempre ligada al feminismo y la lucha por la igualdad de sexos, la estrella de la tarde.
Su discurrir me gusta. Su personalidad es cercana, demasiado llana para mi gusto. Yo si fuera ex ministro invertiría algo más en asesoría de imagen y daría unos cuantos retoques a mi dialéctica. Ocurre que yo soy algo chulesco y redicho. Simulo comerme el mundo al abrir la boca cuando en realidad busco refugio para guarecerme de tanto estímulo adverso. Prosigamos por el punto en el que estábamos.
La intervención de tan ilustre ciudadana de Valencia ha sido oportuna dentro del calendario de actos para promocionar la celebración del Día de la Mujer Trabajadora.
Tras el desatino de una presentación poco ordenada, (que trataba de situar a los asistentes frente a tan compleja realidad como son los malos tratos en el hogar) aderezada por estadísticas y apuntes de legislación para el lucimiento de este Gobierno, se abrió el turno de preguntas o sugerencias.
Entonces, ni cortos ni perezosos, dos mariquitas colados en la fiesta sin previa invitación formal tomaron la palabra para reconducir el debate:
"Sin ser el tema de la tarde, hemos de reconocer que la lucha del colectivo homosexual es inseparable de la de los derechos de la mujer. Siempre hemos caminado juntos, siempre pisoteados por la sociedad patriarcal y machista. Por eso con cada hostia que recibe una mujer se daña un poco más nuestra dignidad como personas. Es de suponer que cuando esos matones pierdan el poder al que se aferraron durante siglos, empezarán a darnos golpes también a nosotros por nuestra contribución a que los roles cambien. El machismo y la homofobia suelen ir unidos hasta la muerte, por desgracia.
Hablando de todo un poco, el Gobierno prometió un endurecimento de la ley para perseguir la discriminación por orientación sexual. Zapatero se presentó durante un tiempo como defensor de las causas perdidas de esta sociedad. ¿Para cuándo esa Ley de Igualdad de Trato y no Discriminación que tanta falta hace? ¿Nos hemos quedado huérfanos de Gobierno después de tanto bombo y platillo? ¿A qué santo tanta foto con el número dos del Vaticano y por qué tantas palmaditas en el hombro dándole dinerito fresco?"
A lo que nuestro ilustre personaje respondió tomando apuntes de las quejas y anunciando a los allí presentes que, muy en breve, veremos concretarse esas promesas de esta izquierda despistada que ahora nos gobierna. Esto último lo añado yo rompiendo la literalidad.
Ya tardan esas medidas legales contra los violentos que son además de machistas, homófobos. A este Gobierno tan simpatizante de la Iglesia hay que recordarle, de vez en cuando, que también existen los pecados por omisión.
Sancho se arrepintió de haber seguido a su Señor a cambio del gobierno de una ínsula. Nosotros queremos disfrutar de lo prometido y luego ya veremos si nos gusta el regalo o nos sabe a hiel.
Esperamos que Alborch haya tomado nota de verdad y las quejas lleguen muy lejos ahora que la gasolina ha bajado de precio, hablando de todo un poco.
Hasta el lunes buscadores de ínsulas prometidas. Hasta el lunes iguales que buscáis la diferencia. Hasta el lunes J.
viernes, 6 de marzo de 2009
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