jueves, 25 de septiembre de 2008

El Apocalipsis según George W. Bush

El veinte de marzo de dos mil tres comenzaba a escribirse una de las páginas más tristes de nuestra reciente historia: la invasión de la coalición a Iraq sin la aprobación del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y con la violación del Derecho Internacional. Por aquel entonces Bush, Blair y Aznar libraron una dura batalla política y mediática para convencernos a todos de que Iraq tenía armas de destrucción masiva. Este peligroso trío se paseó por el mundo advirtiéndonos de que el ENEMIGO estaba suelto y había que plantarle cara. Pero, a pesar de buscar las armas hasta debajo de la cama de los inocentes (a bombazo limpio), éstas nunca aparecieron. Hace unas horas el Presidente de los Estados Unidos ha hablado en un mensaje televisado a la nación (a todas las naciones) para volver a repetir aquello de que el ENEMIGO anda suelto. Ha dicho que tiene un plan para rescatar a su país del caos económico, para absolver los pecados a todos los avariciosos de la Tierra. Ha alertado también de lo que podría ocurrir si no se toman en cuenta y se aplican sus medidas: "puede haber una ola de pánico que provoque la quiebra de más bancos, hunda la bolsa, haciendo desaparecer los ahorros de millones de norteamericanos (...) destruyéndose millones de empleos". Con la enumeración anterior lo que ha hecho Bush es mandar al paro al evangelista medio hombre, medio pájaro. Además dudo mucho de las lecciones magistrales de los visionarios, más aún cuando fueron sus doctrinas las que nos llevaron al borde del abismo.
Todo lo que está pasando me produce mucho miedo, pero miedo bien entendido. Cada vez que un gurú de la humanidad dice que estamos en peligro, se forran más sus amigos y los amigos de sus amigos. Cuanto más terror se nos inyecta por la vena gorda, más crecen los culos en algunos despachos en los que no se atrevería a pisar ni la Milá. Cada vez que se desata la furia de un nuevo ENEMIGO y resuenan las trompetas del Apocalipsis, los pobres se mueren antes de hambre y sida. Sabíamos todos que el ENEMIGO andaba suelto. Lo que desconocíamos es que ahora coleara con recetas socialistas bajo el brazo para sacarnos de la crisis. Hasta mañana versos perdidos de un dios pagano. Hasta mañana fieles escépticos. Hasta mañana nuevos evangelizadores. Hasta mañana J.

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