El rentable negocio de la prostitución nos asalta en cada esquina. Pero lo que vemos por las calles sólo es una pequeña repisa del enorme escaparate que hay detrás de sostenes fuxias y cabelleras rubias decoloradas. En España se calcula que puede haber aproximadamente unas cuatrocientas mil prostitutas, con lo que habría una mujer vendiendo su cuerpo por cada treinta y ocho hombres. Estos datos no tienen en cuenta la nada desdeñable cantidad de mujeres que ofrecen sus servicios en pisos particulares sin ningún tipo de intermediarios.
Oigo hablar de este dramón subido a tacones refiriéndose a él como el "oficio más antiguo del mundo". Ejercer es un verbo demasiadas veces prostituído al relacionarlo con la triste realidad de la que vende su cuerpo para poder comer o alimentar a sus hijos. Sólo se ejerce desde la más plena libertad después de haber acumulado una experiencia y conocimientos óptimos. La sociedad machista y patriarcal en la que nos instalamos desde hace siglos, ha hecho uso de una larga lista de eufemismos para quitarse de encima la responsabilidad de esta mancha de petróleo emocional que nos alcanza a todos.
La explotación de la mujer y su comercio sexual mueve un total de cinco millones de euros mensuales en publicidad sólo en uno de nuestros periódicos nacionales. Hablamos del segundo negocio mundial más lucrativo, después del tráfico de armas y antes que el tráfico de drogas.
La angustia que sufren las que se ven sometidas a los caprichos de sus clientes (que en realidad son clientes de los que están por encima y conducen Mercedes) es brutal. Estas prácticas sexuales denigrantes suelen ir aderezadas de malos compañeros de viaje como las drogas y el alcohol. Un cóctel molotov que mantiene presa del pánico a la mujer en muchos países civilizados del planeta. Un laberinto sin salida del que muy pocas logran escapar por el peso de unos grilletes impuestos por haber nacido con pechos y vagina.
Olvidamos desgraciadamente que, además de seres genitales nuestras madres, abuelas, hermanas, primas, amigas o jefas también son seres racionales, emocionales y no autómatas que reproducen estereotipias como robots. Son capaces de hacer muchas cosas para el bien del planeta, tales como criar, cuidar, parir, engendrar, acariciar, dirigir, dialogar, decidir... y serían perfectas evangelizadoras de una iglesia que prescindió de su alma durante doce siglos para después devolvérsela. Claro, el alma les corresponde, el poder no.
Combatir la prostitución se torna un arduo trabajo cuando el colectivo maltratado ya se ha emputecido, es decir, se ha terminado creyendo aquello de que ellas lo hacen libremente, que pueden dejarlo cuando quieran, que nadie les obliga a nada o que su chulo las quiere y las protege como nadie. Este lavado de cerebro, unido a la continua demanda de una sociedad miope, deja tanta huella en miles de almas pintadas de carmín que hacen falta muchos Indianas Jones para rescatar a las emputecidas de las garras del mercado de la carne, uno de los más humillantes y feroces de cuantos existen.
Para el día de mi boda elegí la lectura de un poema de Luis Cernuda (en el que el poeta llora su imposibilidad de amar publicamente a un igual) titulado: "Si el hombre pudiera decir lo que ama." Si la mujer pudiera decir lo que quiere, seguro que nunca querría esto para ella. Pero tranquilos pueden estar los chulos, porque no dirá nada mientras se le parta la boca al abrirla.
Hasta mañana honradas abuelas, madres y hermanas. Hasta mañana hombres de cincuenta euros. Hasta mañana mujeres en busca de su rescatador. Hasta mañana J.
martes, 23 de septiembre de 2008
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3 comentarios:
Sublime relato de la actualidad que hoy llegaba a nuestras ondas al tratar el tema de la prostitución.
Gracias por tus comentarios. Te veo en tu blog.
Asi es, es un negocio bastante rentable y en el que sin duda tienen metidas las manos las autoridades, que lo permiten.
Basta ver en los diarios de mi paìs, los avisos de ocasión de chicos y chicas que ofrecen sus servicios de "masajes" y "compañía".
Saludos desde México. ;)
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