lunes, 22 de septiembre de 2008

No conozco varón

Preguntado hasta en cuatro ocasiones por la periodista Yoli Cuello del grupo Unión Radio, el candidato republicano a la Casa Blanca eludió tratar el tema de sus posibles relaciones futuras con el ejecutivo español si ganaba las elecciones. Habló con desparpajo de otros asuntos de interés pero en este caso el bloqueo fue absoluto. Sólo le faltó añadir aquello que se atribuye a la virgen de Galilea en respuesta a su enviado celestial: "¿cómo será eso, pues no conozco varón?" Resulta que el varón de todo este tinglado tiene nombre y apellidos. Es el primer mandatario de un país occidental inmerso en el contexto de la Unión Europea. Este país en cuestión es aliado de los Estados Unidos de América y tiene presencia colaboradora dentro de la OTAN. Por no hablar de su importancia en la creación de opinión entre los líderes de toda Latinoamérica, que mira a España como primer referente avanzado.
Lo quiera o no, le guste o no a McCain, Zapatero existe y no es precisamente el doble de Mr. Bean. Fuera de las estridencias de Sarkozy, los aires chulescos de Berlusconi o la mano rígida (casi enyesada) de Merkel, también hay vida y política. Puede que una supervivencia política, si se quiere, pero digna y acorde a los principios que históricamente han regido el devenir de lo que hoy somos.
Obama, por el contrario, parece presto a colaborar con nuestro Gobierno en los asuntos que sea menester en el supuesto de que ocupe la Casa Blanca. Este atractivo hombre de color que luce las camisas mejor planchadas del planeta a juego con su blanqueamiento dental, tampoco es santo de mi devoción. Le agradezco su disposición a sentarse con Zapatero para hablar largo y tendido o corto y de pie pero, la izquierda descafeinada estadounidense no colma, ni de lejos, mis aspiraciones .
Obama surge como reclamo de una sociedad hastiada que busca un líder prefabricado, sacado de la chistera. Su retórica visionaria pareciera propia de uno de los libros de autoayuda que nos llegan a montones del otro lado del charco. Sus promesas de cambio se traducen en un contentar a todos más atentas en las formas que en el fondo. Un claro ejemplo lo vemos en su postura respecto a los matrimonios homosexuales. Obama sigue apostando por las uniones civiles y así evitarse caer en el conflicto religioso-semántico. Pero no quedamos todos contentos, como es evidente. Conocemos sus buenas intenciones pero anhelamos que se concreten en hechos, no en frases de autoayuda. McCain no logra ni conmoverme a la lágrima fácil, of course.
Por el hecho de que unos sean nefastos y quieran seguir la estela de su antecesor en el cargo no se justifica que los otros anden perdidos a la búsqueda de antorchas que guíen a las masas. Esperemos que la sociedad no se quede dormida después de lo vivido, después de la pesadilla de estos últimos años. Si estoy en lo cierto y en este líder negro hay buena materia prima pero una deriva en el fondo, será la sociedad de los justos la que escriba el auténtico ideario para los nuevos tiempos que se avecinan. Un justo escucha y sopesa; un valiente, escucha y ejecuta; un iluminado, escucha y desoye a los cobardes.
Hasta mañana adoradores de líderes en construcción. Hasta mañana aspirante a iluminado. Hasta mañana triste país en duelo. Hasta mañana J.

1 comentario:

Jorge dijo...

Para llegar a la victoria se conocen dos sendas.

La primera, la clara, bien iluminada y despejada, conduce directamente a la fortaleza por conquistar. Tan sólo apta para los más valientes, quizás incluso osados, no pasa por diplomacias ni medias tintas. Se dirige frontalmente y con el verbo siempre cierto a las puertas de una conquista a la que, por desgracia, no siempre se llega, víctima de su propia valentía.

La segunda, en penumbras, se desvía aquí y allá, adentrándose por oscuros bosquecillos donde las palabras se confunden y no se sabe muy bien de que boca van saliendo. Priman los silencios por tal de no ser descubiertos por oídos enemigos y, otras veces, las medias verdades y mentiras a secas, que confunden o convencen al oyente apostado.

A final, este camino alternativo acaba en otra puerta de la misma ciudadela, más pequeña y tal vez más segura.

La pregunta es, ¿qué debe importarnos más? ¿La conquista o el camino por el que llegamos a ella?

Quizás tan sólo lo que aprendamos con nuestras victorias y nuestras derrotas.