jueves, 18 de septiembre de 2008

El reality se llama: "Pobres de solemnidad"

Empiezan a llegar los datos de la catástrofe. Hoy hemos conocido la escalofriante cifra de manos de la ONU que asegura que, en el mundo hay novecientos veintitrés millones de personas pasando hambre.
La crisis, como cualquier crisis, viene a cumplir su función demoledora de antiguos esquemas y modelos corrompidos pero también tiene un precio altísimo que todos tendremos que pagar. Los que más pagan las consecuencias siempre son los pobres de la tierra. Un día, cuando salgamos de este túnel en el que aún no nos hemos introducido, nos encontraremos con la evidencia de que los ricos serán menos pero más ricos y de que los pobres serán más y más pobres.
Parece una gran contradicción que en la década en que más se han explotado los recursos del planeta, más se han vaciado los estómagos de los desheredados. De nuevo la firma de la codicia descontrolada está detrás de los números que nos sonrojan. Por tener más y a más velocidad se forzaron los engranajes de un mecanismo ya de por sí oxidado.
Mientras tanto la obesidad amenaza a nuestros pequeños malcriados: unos hartos de bizcochos y los famélicos niños de los telediarios con las pistolas que les compran los gobiernos de sus paises para ir tirando, como diría el ingenioso Gila.
Ojalá la crisis se meta tanto en nuestros pensamientos cotidianos que consiga cambiarnos también por dentro, como la famosa marca de yogures. Estoy seguro de que antes o después se apagarán las luces de esta fiesta melodramática en la que ellos mueren y nosotros seguimos viéndolos por nuestras televisiones de plasma como si de un reality se tratara. ¿Y si todos estamos dentro del mismo reality y ahora al guionista se le antoja invertir el guión? Hasta mañana ratones y gatos en medio de una trampa. Hasta mañana luchadores por un mundo mejor. Hasta mañana J.

1 comentario:

MC dijo...

Triste pero real, y así vamos viviendo los occidentales en esta riqueza que ahora parece más efímera que nunca.
Aún con crisis somos unos privilegiados que prefieren seguir tirando de banco aunque sea por unos momentos que nos permitan decirle al vecino que nuestra tele de plasma es mas cara que la suya.