No es la primera vez (ni será la última) que denuncio las bases podridas y carcomidas sobre las que se sustenta el desarrollo del siglo XXI. Vivimos la época de la mentira, de la más grande farsa jamás contada y eso ya no extraña a nadie porque todos intuímos que el circo del hiperconsumo tiene los días contados. Lo estamos viendo cada semana, en la antesala de una crisis mundial en la que caerán muchos naipes de esta baraja social unos sobre otros sin remedio. Lo vemos también y lo padecemos en la meteorología loca que marca el calendario de unas tierras confusas y sobreexplotadas. Parece que el planeta ahora confabule contra la especie humana y arremeta con patadas y puñetazos a modo de tormentas, ciclones, incendios, olas de calor y frío, subidas y bajadas de las bolsas, caídas de grandes bancos, muertes por la contaminación, aumento de los casos de cáncer... y todo es producto de la desnaturalización del medio en el que nos desarrollamos. Por si aún no ven motivos para la pesadumbre hay que sospechar también de otro gran enemigo: la incredulidad de los ignorantes. Este enemigo, tan viejo como el propio hombre, ahora toma la forma de idiotez en grado máximo en el gobierno italiano. Se propone desde Italia frenar la partida económica destinada a combatir el cambio climático alegando la crisis que se sufre en Europa. Berlusconi desconfía de tanto Al Gore de pacotilla y no ve la urgencia de frenar esto por ningún sitio. Además sostiene que en muchos otros países piensan como él.
Estas palabras suenan amenazantes porque acabarían (si cunde el mal ejemplo) con la mínima esperanza que aún cabe albergar sobre la curación del planeta. La lucha digna de miles de personas que alzan su voz contra los excesos de la sociedad de consumo y el capitalismo salvaje se vería ninguneada y abortada.
Mientras en Europa nuestra clase política baila como en los sesenta al compás de la yenka (izquierda, izquierda; derecha, derecha; delante, detrás... un, dos tres) dando pasos en falso como un pato mareado, los intereses de la madre naturaleza pasan por quitarnos de en medio. El problema principal ahora se desdobla: de un lado tenemos que librarnos de la tiranía de las grandes empresas americanas y europeas que nos metiron en este lío y del otro salvaguardarnos de los envites de la naturaleza que habla en el lenguaje de indiscriminación del Universo al que pertenece. No me extraña que llegar a fin de mes se haya convertido para miles de personas en un paseo de malabarista sobre la cuerda floja. Sólo al que tenga algo de pasta en el bolsillo le colocarán debajo la colchoneta por si da un traspié. Hasta mañana equilibristas de las palabras. Hasta mañana equilibristas del euro. Hasta mañana equilibristas del entusiasmo. Hasta mañana J.
lunes, 20 de octubre de 2008
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1 comentario:
Soberbio artículo J, cuánta razón tienes, al final siempre acabamos haciendo equilibrios los mismos y en esta sociedad capitalista del corto plazo, a quien le interesa la madre naturaleza?
Un abrazo
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