Éste fue el lema elegido para la ocasión por la Asociación Europea de la Depresión (EDA) ya que ayer se celebró el Día Europeo para combatir esa enfermedad mental. El lema no es opinable, por eso me ha parecido tan adecuado para estos tiempos en los que todo se opina y vemos por doquier comportamientos alarmantes que bien merecen algunas revisiones de nuestra salud mental. La muestra de cómo están las azoteas la vemos en el contraste entre los cenorrios que se van dar los ejecutivos de la rescatada Fortis el fin de semana en un restaurante de súper lujo y el tiro que se pegó otro broker después de asesinar a toda su familia por la ruina en la que se había precipitado. Ambas respuestas ante la adversidad denotan que la salud mental del personal no pasa por su mejor momento, desde luego, pero es peor que el perfil de los que manejan nuestros dineros parezca sacado de un manual de psicopatología.
Los psicólogos nos han contado que la crisis económica ha conducido a más gente hasta sus consultas en estos meses lo cual no es de extrañar porque el paro, la asfixia de las deudas y las pocas esperanzas de mejorar la situación personal y familiar en breve, se convierten en auténtico abono para decenas de trastornos que esperaban agazapados su hora de dar el golpe.
La crisis sólo es el pretexto para que afloren los fantamas de una sociedad enferma acostumbrada a resolverlo todo a golpe de talón. No pretendo negar con esto la durísima realidad por la que atraviesan miles de familias europeas. Lo que sostengo, una vez más, es que esta crisis proviene de una carencia absoluta de norte en nuestra sociedad para encontrar la felicidad. O mejor dicho, es la consecuencia de buscar la felicidad por caminos autodestructivos. La prima hermana de la depresión es la ansiedad, también coronada reina de las bolsas de todo el mundo a estas horas. Mientras escribo esto escucho en la radio que la Bolsa española sufre la mayor pérdida de toda su historia. Los parqués se han convertido en sanatorios mentales donde reina el pánico y la desesperación. Mientras, los gobiernos de Europa, América y Asia intentan dar un mensaje de tranquilidad a sabiendas de que se les acaba el tiempo para terminar de construir el decorado del anuncio publicitario que da soporte a esta mentira. Los ciudadanos, lejos de ser tontos, buscan desesperadamente soluciones para su bolsillo (y no compran el producto que anuncian los gobiernos), recurriendo ahora a los antidepresivos cuando otrora recurríran a los bancos. El resultado salta a la vista: se extiende el pánico que empezó siendo verde y ya está tomando el color de la hemoglobina. Los psicoanalistas que yo tanto critico defienden entre sus máximas una digna de mención: cuando los miedos no nos dejan vivir hay que ir a lo profundo, a la raíz misma del miedo y no distraernos con el símbolo bajo el que aparece. La depresión es el síntoma. La crisis es el pretexto bajo el cual aparece. Así, la auténtica raíz de lo que está pasando hay que buscarla en la avaricia que alberga el corazón de algunos hombres que están celebrando su repugnante victoria. Los psicólogos llevan años yendo al fondo de la cuestión y por eso tienen tan mala fama. A ver si se animan los profesores de economía a viajar al centro de la Tierra, como Julio Verne. Entre tanto, otros nos preguntamos: ¿pagará alguien por haber liberado de su mazmorra a estos fantasmas? Cuando pase mucho, mucho tiempo les estaremos agradecidos por habernos dado un motivo para tener que hacernos más fuertes.
Hasta el lunes deprimidos del primer mundo. Hasta el lunes alegres pobres de solemnidad. Hasta el lunes calientes divanes de cuero. Hasta el lunes J.
viernes, 10 de octubre de 2008
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1 comentario:
No confundamos los términos: depresión y desesperación. La depresión es un proceso básicamente interno que acaba aflorando con o sin elementos externos que la apoyen.
La desesperación, todavía lejos de ser falta de salud mental, es la consecuencia de una causa externa que afecta al individuo y le abstrae de la objetividad de que gozaba antes de su aparición. Eso es lo que ha podido sucederle a los que, aferrandose al dinero como emblema de su valía personal, al perderlo han perdido su persona (que no debía de valer tanto).
Salud y amor......
(Que el dinero como ya ha dicho el Papa no es importante......)
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